jueves, 26 de julio de 2012

SR. EGAÑA



      Nos sentábamos en el umbral de la esquina. Antes que apareciera se escuchaban los pasos del Sr. Engañabaldosa. Una pierna era normal, pero la otra, a cada paso, engañaba a una baldosa. Revoleaba esa pierna y caía con ruido similar al tropiezo, nunca se cayó. Ni cuando llevamos un palo de escoba para su caída, crueldad de niños. Saludó, tocando el ala de su viejo Panamá y engañó al palo.

      Pasaron varios días, al Sr. Engañabaldosa no se lo veía pasar, ni entrar o salir de su vieja casa. Nos enteramos por los gatos, que morían de hambre y los perros, que ladraban sin interrupción. Un vecino llamó a la poli. El Sr. Engañabaldosa murió en su cama, con el televisor prendido. Le faltaba algo al cuerpo. A su lado, en el piso, dormía su pierna ortopédica. Por eso el sr. Egaña tenía cara de dolor cuando engañaba las baldosas.

      La ceremonia de sentarnos en el umbral de la esquina siguió. La inercia de la costumbre. Nos puso tristes la ausencia del Sr. Egaña. Sus pasos tric-traca. No se habló nunca de aquel personaje. Las únicas contentas fueron las baldosas estafadas. 

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