Tenía
algo de fiebre y bronquitis. Caminé hasta la única casa de videos del pueblo,
los pasillos angostos y los cientos de películas que llegaban al techo, clase
Z.
Algo humanista, o cine de autor, era una
misión que llevaba tiempo. Había un anexo de juguetes y llaveros de
superhéroes. Una casi adolescente buscaba videos y daba golpes con su bolso
sobre mi espalda o mis brazos. No era intencional, pero sí molesto.
Encontré por fin dos películas, una rusa
de Nikita Mijailkov, se llama “Doce” y otra “La elegancia del erizo” francesa,
imperdonable, no recuerdo su directora, creo que era mujer.
Por fin llegué a la caja, la casi
adolescente buscaba con avidez llaveros con la imagen de “Linterna verde”,
“Aquaman”, “El hombre elástico” y “Spiderman” –Me gustan todos no sé con cual
quedarme, mostrame ése.- Le pedía al chico de la caja. –O mejor ese otro ¿puede
ser el que está debajo de todo?, te la hago corta, me llevo todos, son mis
superhéroes de cuando era chica-. El cajero quitaba los precios con uñas
ausentes. Harta, le sugerí dejarle los precios, para que sus amigos advirtieran
cuánto había gastado.
-No ¿porqué? Son todos para mí. Los
quiero en bolsitas de regalo, me encanta sorprenderme con obsequios para mí
misma-. Casi olvidó la peli que alquilaba, “Hierro III” una obra maestra
japonesa. Me miró y dijo que era la tercera vez que la veía y siempre le
encontraba algo nuevo. Pagó, se disculpó por el atropello.
-¿Sabés lo que me sucede? Soy una niña de
corazón y una vieja de la cabeza-. Salió del negocio. La casi adolescente se llevó el calor.
Me bajó la fiebre y me levantó el deseo
de vivir.

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