martes, 2 de octubre de 2012


      Un hombre sentado en una silla plegadiza con ruedas y motor. El hombre apretaba un botón y en el jardín iba y venía. Cuando regresaba, una mujer muy bella le ayudaba en el plegado. El hombre nos sonreía hasta que mi hermana más grande preguntó si no la podía llevar un rato. El hombre le permitió sentarse en sus rodillas y dieron una vuelta perimetral. Conmigo hizo lo mismo. Mi hermano menor bajó de la silla gritando que, el paralítico, era un degenerado. La mujer bella tenía el auto en marcha, sentó al hombre, plegó la silla y partieron a toda velocidad. 

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