martes, 2 de octubre de 2012


        Encontrarás una casa con un nombre extraño, esa no la quiere nadie, hasta le temen. Tu cabaña se encuentra justo enfrente. Tomy, incrédulo, vio la cabaña rodeada de tres pinos y sin nada alrededor. Se lo hizo saber, el anciano  explicó que nadie pudo sacar una foto porque la casa se esfumaba y no salía.

      Le señaló el rumbo y Tomy encontró la casa y enfrente su cabaña. Era como la de los siete enanitos, tenía ventanucos y un escritorio bajo una de las aberturas. Allí puso su vieja máquina de escribir, esa era la idea de su editor, rodearse de tranquilidad absoluta y entregar a fin de mes. Acomodó la primer hoja en blanco. Vino la noche. Escribía con decisión y tiraba papeles hechos un bollo. Cuando llenó el piso de escritos inútiles se acostó a dormir. Miró hacia la casa de enfrente. Estaba iluminada y las cortinas volaban como fantasmas. Se escuchaban risas y cubiertos, pero no vislumbró a nadie. Durmió todo su cansancio. Cuando empezó a teclear no pudo evitar mirar hacia la casa. No había nada. Cruzó enfrente y tocó el timbre, mientras esperaba el timbre desapareció. Se apoyó contra una columna y de pronto sintió un desmayo. Cuando se recuperó la columna había desaparecido. Tocó la superficie de la casa y la casa se iba transformando en un pastizal.

      Apareció un paisano de a caballo, Tomy le preguntó qué pasó con la casa. El paisano subió los hombros y contó que en el pueblo se decía que ahí había funcionado una casa para cobijar a nazis de altos mandos. Luego la compró un rico que se la regaló a su amante. Por problemas de infidelidad, huyó la mujer y el amante desapareció. La mesa estaba servida, se veían carozos de aceitunas en el medio del mantel pero nunca nadie volvió a esa casa. También decían que había sido un centro de detención clan… Tomy no lo dejó terminar, corrió a la cabaña y embaló sus cosas. Alguna historia se le iba a ocurrir.

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