lunes, 15 de octubre de 2012


      La odiaba desde la confusión aquella. No le dirigía la palabra. Él estaba de vacaciones con sus amigos cuando se enteró. Había nacido con capacidades diferentes, el hermano la llamaba mongui, la otra forma encubría y era más larga. Los padres le hicieron operar la cara, para que la sociedad la aceptara. Resultó una niña inteligente y graciosa. Era tan bien tratada que su hermano llegó a pensar que la preferían. Cuando él se ausentó, ella preparó una comida para sus padres, quiso sorprenderlos, hasta juntó hongos del bosque, sabía que sus padres morían por comer hongos. Y así fue, murieron. Comieron hasta no dar más. Ella ni probó, prefirió mirar cómo le sonreían. Un vecino se encontró con aquella escena. Llamó a la policía y al hermano. El juez opinó que la chica era inimputable y hasta podía borrar con silencio la causa y su difusión, la erogación para la poli y para él fue excesiva. Le pidieron tanto que el hermano se vio obligado a vender la propiedad y el bosque. Le sobró para comprar una casita de campo, sin campo.

      Ahora la hermana pasa lentamente la escoba sobre el pequeño tumulto de hormigas. Mira hacia la ventana, sabe que el hermano la espía. Con la vieja carabina le dispara al corazón. Espera media hora y sale a mirar. Ella está tendida en la galería, abraza la escoba con una sonrisa estúpida en la boca, las hormigas le hacen un caminito por las piernas.

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