sábado, 4 de noviembre de 2023

YO - YO

 

   Él miraba cualquier cabeza y se enteraba de su pasado, del presente, si era un ser perverso o generoso. Capaz de cambiar su vida por otro. Estacionar el auto siempre en doble mano. Si tomaba vacaciones prefería viajar solo, ir con un amigo lo complicaba, porque con dos palabras se daba cuenta que con él a la playa, no iría. La cabeza del amigo era más chica que el respaldo de la butaca, se ahorraba las pastillas para dormir y hacía sonar en sus oídos: “Yo tengo una novia mal acostumbrada, dejala, dejala” Como contar ovejas, que le pareció una mentira fabricada, en cambio la otra, le cerraba los ojos y dormía completo.

   Armaba la carpa, solo, entre tamarindos. En los campamentos estaban todos locos. Él no se excluía de la locura general. Pero su deseo era no ver a ninguno. Odiaba las mujeres, sentía que eran brujas antropófagas y malas. A los hombres también los odiaba, por participar en guerras y dejar cabos sueltos y empezar una nueva y otra y otra, sin fin.

   Olvidó el queso, el pan y la leche, no quiso ir a la Proveeduría de las carpas y sin querer, darse cuenta que el hombre lo atendía y la mujer  se olvidaba de darle el vuelto. Veía el interior de sus cabezas y contenían cuencos vacíos.

   Por eso no le pareció tan mal cuando vio una fogata cerca de su carpa. Cuando la chica asomó, tenía sobre las brasas un pescado pequeño, lo sorprendió haciendo pis en un árbol.

   —Mi Papá y mis hermanos, también hacen de pie como vos, mientras tanto miran el cielo y si hay estrellas fugaces se las regalan a mi Mamá, que se murió con simpleza, así como era ella. Nosotras nos agachamos para hacer pis, es aburrido, a no ser que haya luciérnagas y entonces nos levantamos, tratando de cazar alguna y sentimos cómo el pis se desliza por las piernas. Corremos al mar a limpiarnos y nos esperan las noctilucas, primas de las luciérnagas. ¿Y vos quién sos?

   Él ni la miró, pero le contestó:

   —¿Quién voy a ser? Soy Yo.

   La niña, casi mujer, se tentó y no paraba su risa.

   —Tengo un pescado que ya debe estar, te doy la mitad y el resto para Yo, yo también me llamo Yo.

   La comida fue más que austera, al final la chica se durmió, se puso bien cerquita de Yo y se tapó con arena. Le miró la cabeza y debió corregir algunas cosas, que pensaba antes de las mujeres. Esta niña mujer era diferente, tenía nubes, estrellas, su hábitat el cosmos. También vio a su yo tomando la mano de Yo. Era tanto lo que tenía dentro de su cabeza, que le asombró que no fuera cabezona. Pasó sus vacaciones con Yo, que le preparaba pescados cada vez más grandes, lo acompañaban con vino que la niña grande había robado a su Padre. Esa noche cuando cayó con sueño y una sonrisa, como él no podía dormir cantó: “Yo tengo una novia mal acostumbrada, dejala, dejala”. Yo se despertó y le apretó las dos manos y cantó: “…No la dejes…no la dejes…” Y el final te lo dejo a vos, no le agregues mucho caramelo.

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