No
la conocí cuando escuché su voz ronca, que me nombró con un -¿Cómo estás negra?
¿Sabés quien soy?-. Miré sus ojos, las pecas y esa sonrisa todo el tiempo,
nunca entendí cómo no le dolían las comisuras. La construyeron así, con una
sonrisa, nunca estaba seria, ni hablando lo más terrible ocultaba la amabilidad
de sus dientes. Había algo diferente en su cara, le faltaba la fuerza de su
nariz judía. Se la hizo cortar y quedó como Aquiles sin talón. -¿Porqué hiciste
eso, Fermina? ¿Quisiste anular tu identidad?-. Recordé que era bajita, pero sus
plataformas modificaron su postura. Se casó con un goy, por eso la familia la
discriminó, él no la defendió, se divorció. Su capacidad e inteligencia hizo
que se recibiera en tiempo record de médica, su compañero actual vivía en
Jerusalén. Los dos pertenecían a Médicos Sin Fronteras, ella era especialista
en reconstrucción de tejidos y el compañero cirujano de lo que fuese.
Trabajaban haciendo lo que los hombres deshacían. –Vivimos muy cerca de
Palestina. No se puede tener descanso. Adoptamos tres críos con dificultades
motrices, es obvio que viven en un kibutz. Tiempo, nos falta tiempo. Pero los
vemos y a veces dormimos dos o tres días con ellos, son tan buenos, comprenden
todo. Si los vieras, no tengo fotos, por precaución, creo que sos la primer
persona que conoce la historia de estos años-. Habla Fermina, la dejo, se lo
merece y más y todo. – Tenía un poco arruinado el mate, mi compañero sugirió
que viniera un mes a mi tierra, ver mi familia, la única amiga, que sos vos y
hace dos horas que estamos juntas.
– Estoy en una ONG de Formosa, pero no tengo tu capacidad laboral, además acá viste cómo es, en vez de abrir puertas, cierran, tapan y ningún puto gobernante ayuda-.
Se quedó a dormir Fermina, al tercer día empezaron mensajes extraños al teléfono, a los celulares, la maldita compu hackeada, la pura amenaza en argentino, idish, alemán y yanquis (los que más jodían).
– Estoy en una ONG de Formosa, pero no tengo tu capacidad laboral, además acá viste cómo es, en vez de abrir puertas, cierran, tapan y ningún puto gobernante ayuda-.
Se quedó a dormir Fermina, al tercer día empezaron mensajes extraños al teléfono, a los celulares, la maldita compu hackeada, la pura amenaza en argentino, idish, alemán y yanquis (los que más jodían).
Cuando paseábamos por lugares diferentes
notamos que nos seguían, algún auto, algún tipo disfrazado de deportista.
Nos despedimos, las dos sabíamos que el
triunfo de la identidad sobre la fuerza, produciría otro encuentro en un año o
en cinco.

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