Cuando se conocieron pensaban diferente,
Chaves decía que era pariente directo de Gath & Chaves, hubo un
malentendido familiar y Gath se cortó solo.
Era un negocio de varios pisos y vendían
rubros diferentes en cada piso. Abarcaban desde diseños de indumentaria hasta
tornillos. – Mis padres se hicieron tan ricos que si adquirían cualquier cosa
ni preguntaban el precio. Fue un gran ejemplo en mi vida, no hay nada que me
interese más que el dinero-. Le dio piedad, pero no sabía si era mitómano o
soñador, hay gente que sueña en dólares y vive en una habitación con un anafe y
un colchón. Casi todas las noches, o trasnoches, le tiraba piedritas a su
ventana. Pérez le abría y lo veía con un aura tal de soledad que finalizaban en
una charla con invitación a dormir. La noche de navidad del 63 Chaves le rogó
que la pasaran juntos en un reducto de la vieja tienda. Gath la estaba demoliendo, quedaba libre un tercer subsuelo
donde no se escuchaban cuetes ni fuegos
artificiales.
Los dos tenían en común detestar las
navidades, los arbolitos, las luces de colores, el pan dulce y las bebidas.
Pérez quedó asombrado con el lugar, sus dimensiones, mobiliario de los 50,
teléfono blanco incluído (sin cable) y una lámpara con pantalla de tules
oblicuos y flecos. Su amigo no mentía, allí la navidad no existía.
Era hermético, una ex caja fuerte que la
destrucción del edificio nunca encontró. Chaves preguntó solícito-¿Querés
tomar algo?- Su amigo respondió –Para mí con un café y dos galletitas Express,
estaría bien, si pudieras correr las cortinas sería perfecto-. Chaves le
explicó que las cortinas eran virtuales, al igual que las ventanas dibujadas.
–Pensá que es el único modo del aislamiento total-.
Pérez sintió claustrofobia, sugirió un
ventilador. De inmediato Chaves prendió un ventilador General Electric que
giraba si-no-.
Tomaban el café y mojaban las Express con
el dedito meñique levantado, para parecer más finos.
-¿Chaves, vos notás que el ventilador
traslada aire, pero no renueva el oxígeno?-.
-De eso se trata, Pérez, es un regalo de
no navidad que te hago. Basta de cumplir horarios, de trabajar, de pagar
impuestos, de casarse con novias, futuras histèricas, basta de cumplir años-.
A esa altura de los acontecimientos,
entrevió los ojos diabólicos de Chaves y entendió que uno no termina nunca de
conocer a las personas. No supo si se desmayó o se durmió.
Agradeció a dios, aunque él no era
creyente, el sonido de la máquina amarilla que incrustó un diente en un ojo de
Chaves y abrió la caja fuerte.
Vió el cielo, se atragantó de aire puro,
mientras Chaves preguntaba si no le podía ayudar a encontrar su ojo.

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