viernes, 9 de octubre de 2015

SI QUERÉS LLEGAR RÁPIDO, VIAJÁ SOLA


      Si el ánimo es un estado, soy un estado de sitio paralítico, paranormal, para nada. Me derrumbo después de las dos de la noche y me levanto siete y treinta.
      Tomo los valium vencidos que eran de mi vieja. No voy más a terapia, porque no hablo, el terapeuta tampoco.
       Salgo reptando y sin ganas de pagar por un silencio molesto, donde el tipo durmió todo el tiempo y yo miraba el techo. Cada uno tiene la edad que se merece, me siento de ciento veinte. Hoy vino Sara, la señora de la limpieza y preguntó -¿Por dónde empiezo señora?-. Le pedí que me bañara, puso una silla en la bañadera y me lavó la cabeza pura grasa y el cuerpo con una esponja exfoliante. Es buena Sara, trabaja en el geriátrico de la esquina y viene unas horas por semana. Me secó con tohallas del lugar donde trabaja. Las de casa estaban negras, con olor a humedad añosa. Sara las tiró a la basura y robó dos juegos del geriátrico.
      Se cansó de tocar timbre y que no la atienda, opté por darle las llaves. La santa me hizo un juego nuevo, por si se me ocurría salir, su mantra es “uno nunca sabe”. Tiene un marido, es cerrajero y no quiso dinero, Sara dijo que me aprecia mucho.
      Hoy vino mi madre a dejarme plata, no dejó consejos y se lo agradecí. Por la tarde apareció mi hija llorando miseria, le di lo que mamá me dejó. Antes de irse resopló   
-Qué quilombo es esta casa, alguna vez podrías limpiar algo, o Sara es una inútil. Besito, besito, no te enojes conmigo-. Los besitos fueron hablados y el no te enojes es su permiso para volver a pedir guita, cuando necesite.
      Mamá sabe el yo te doy y vos le das a ella. Me regaló un sommier, sábanas y un acolchado. Almohada no, jamás usé ese adminículo levantacabeza. Tengo un gato que se llama Prudencio. No jode para nada, porque lo tengo tatuado en el brazo.
      Anoche festejé mi último cumpleaños, tomé todas las pastillas que encontré y estoy segura que voy a dormir para siempre.

      Pobre Sara, cuando venga mañana y me encuentre muerta. No dejé carta tipo “Sr. Juez”. Detesto escribir. Todos sabrán que fue un suicidio convencido. 

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