Si el ánimo es un estado, soy un estado
de sitio paralítico, paranormal, para nada. Me derrumbo después de las dos de
la noche y me levanto siete y treinta.
Tomo los valium vencidos que eran de mi
vieja. No voy más a terapia, porque no hablo, el terapeuta tampoco.
Salgo reptando y sin ganas de pagar por
un silencio molesto, donde el tipo durmió todo el tiempo y yo miraba el techo.
Cada uno tiene la edad que se merece, me siento de ciento veinte. Hoy vino
Sara, la señora de la limpieza y preguntó -¿Por dónde empiezo señora?-. Le pedí
que me bañara, puso una silla en la bañadera y me lavó la cabeza pura grasa y
el cuerpo con una esponja exfoliante. Es buena Sara, trabaja en el geriátrico
de la esquina y viene unas horas por semana. Me secó con tohallas del lugar
donde trabaja. Las de casa estaban negras, con olor a humedad añosa. Sara las
tiró a la basura y robó dos juegos del geriátrico.
Se cansó de tocar timbre y que no la
atienda, opté por darle las llaves. La santa me hizo un juego nuevo, por si se
me ocurría salir, su mantra es “uno nunca sabe”. Tiene un marido, es cerrajero
y no quiso dinero, Sara dijo que me aprecia mucho.
Hoy vino mi madre a dejarme plata, no
dejó consejos y se lo agradecí. Por la tarde apareció mi hija llorando miseria,
le di lo que mamá me dejó. Antes de irse resopló
-Qué quilombo es esta casa, alguna vez podrías limpiar algo, o Sara es una inútil. Besito, besito, no te enojes conmigo-. Los besitos fueron hablados y el no te enojes es su permiso para volver a pedir guita, cuando necesite.
-Qué quilombo es esta casa, alguna vez podrías limpiar algo, o Sara es una inútil. Besito, besito, no te enojes conmigo-. Los besitos fueron hablados y el no te enojes es su permiso para volver a pedir guita, cuando necesite.
Mamá sabe el yo te doy y vos le das a
ella. Me regaló un sommier, sábanas y un acolchado. Almohada no, jamás usé ese
adminículo levantacabeza. Tengo un gato que se llama Prudencio. No jode para
nada, porque lo tengo tatuado en el brazo.
Anoche festejé mi último cumpleaños, tomé
todas las pastillas que encontré y estoy segura que voy a dormir para siempre.
Pobre Sara, cuando venga mañana y me
encuentre muerta. No dejé carta tipo “Sr. Juez”. Detesto escribir. Todos sabrán
que fue un suicidio convencido.

No hay comentarios:
Publicar un comentario