Hoy Bruno presentó quejas, con la pasta
dentífrica y el cepillo de dientes dándole vueltas, dijo que estaba harto de
verme escribir toda la noche –Por lo tanto de noche, duermo sin esposa-. Cuando
terminé mi cuento fui a dormir exhausta, había un papel que decía “Y de día
dormís, tampoco te veo”. Bruno está mal, pero yo el libro lo tengo que
terminar. Se olvidó el celu, mensaje de texto, lo leo por si es algo importante
–“Te llamé infinidad de veces Bruno, Miau, te extraño, quiero hacerlo hoy, en
realidad quiero hacerlo ayer y siempre, Miau besito, Bruno-Miau-Miau-Miau”-. Le
hablo –Decime pedazo de nada ¿Quién es Miau o Miau Miau?
Ah ah después me explicás, qué carajo me vas
a explicar ¿A mí que mierda me importa que sea la mitad de tu pelotuda
reunión!? Besito te manda tu gatita, si estuvieras a mano te mato. No me
cortes, porque voy a tu puta reunión y te dejo sin socios, no me cortes cerdo,
no me cortes!!! Hola? Hola?-. Cortó y desconectó, voy a respirar hondo. Acá
está el formón y en el piso tu celular, los junto en un golpe terminal. Bruno,
Miau, ¡Mirá! Pobrecito, se quedó sin su mano derecha.
Respiro hondo y subo a terminar mi historia.
Escucho las llaves y su voz descarada -¿Dónde está mi bella durmiente, ni de día ni de noche? Es en serio, me voy, es mucho, no tengo ganas ni tiempo de decirte nada ¿Qué te voy a decir?-. Yo seguía con mi personaje y dije –Chau, me podés decir chau-.

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