miércoles, 23 de marzo de 2016

BUZIOS 1973


No daban ganas de salir del agua. El sol lastimaba cruel. Venían los finos de Río, había que vender.
Mis artesanías les encantaban. Se hacían servir los idiotas, no bajaban de los autos, yo tenía que caminar adoquines hirvientes y mostrar mis gracias.

Ese domingo un tipo me tomó algunas fotos. Sentí que era importante. Nací tonta y crédula. Pregunté si quería compr…no me dejó completar la pregunta, compró todo, hasta el collar que llevaba puesto. Días después salí en O Cruzeiro: “Artesanato en Buzios…bla…bla…”. Tenía para dos meses de alquiler y comida. Me calé el sombrero y caminé por los adoquines, parecían fresquitos. La alegría refrescaba. Justo de frente, veo venir lo increíble, la tipa más talentosa de Bellas Artes, la más audaz, la más buena. Nos abrazamos y como cocodrilos, lloramos. Los diarios argentinos, decían que la buscaban sin resultado. Yo la hacía muerta, no le dije.

Ella contó que su padre trabajaba y vivía en Río, estaba con ellos de vacaciones. Un descanso obligado, aseguró con ojos tristes. La invité a mi casa, agradeció pero regresaba en el día. Argumenté que ése era el mejor lugar del mundo, no había argentinos y se vivía con nada. La idea le gustó, pero no era lo suyo. La acompañé hasta el micro desvencijado.

Después del abrazo final, dijo que quería cambiar el mundo y una aldea de pescadores no le servía. Meses más tarde, salió en el Journal do Brasil: “En un episodio confuso…bla…bla…”. Sus ojos brillantes en la foto y ella en mi corazón, para siempre.
Era domingo. No trabajé. No pude. No quise.

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