-Alcanzame eso-. Yo miraba y nada
-¿Qué es eso?-. Y mi viejo repetía. –Eso alcanzame eso ¿no sabés qué es eso?-. No lo podía creer. –No, no tengo la más puta idea de eso-.
-¿Qué es eso?-. Y mi viejo repetía. –Eso alcanzame eso ¿no sabés qué es eso?-. No lo podía creer. –No, no tengo la más puta idea de eso-.
Se levantó de la banqueta y tomó el cepillo
de ropa.
-¿Ves
nabo?, eso, es cepillo, se llama cepillo-.
-Padre, salgo, ¿me das unos manguitos?-.
–Pssí, alcanzame la, la, la-. Le digo para abreviar –La billetera-.
-¿Y
si sabés, para qué me tenés tres horas la, la, la, no te olvides las lla, lla,
lla.
Por suerte las tenía en la mano. Yo no sé
qué le pasaba, le faltaba oxígeno para la memoria de las palabras.
Ayer le compré un equipo deportivo completo,
para hacer correcaminatas.
Lo levanté temprano, tenía los ojos pegados,
verse en el espejo con el equipo le dio contento.
Hicimos caminata, se agitaba, me dio temor.
Nos sentamos en un banco, donde veíamos toda la ciudad.
-¿Vos no te acordás del Doctor, del Doctor,
del Doctor, si sabés quién es. ¿Porqué no decís el nombre?-. Le miré esos ojos
buenos que tiene –Sí me acuerdo, papi ¿Cómo olvidarme del Doctor?-. Me sonrió
cuando me acordé. Pedí que siguiéramos porque nos íbamos a, a, a. Mi viejo
trotaba mientras decía –a enfriar, nos íbamos a enfriar-.
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