Estoy clavada a la silla escribiendo cuentos
cortos y medianos. Exprimo la imaginación por temor a quedarme sin jugo. Se
puede observar en autores de la ostia. Influyen generosos en palabras y
estructuras.
Escribo, leo, me lavo los dientes, soy buena
persona y mala persona.
Yo no sé porqué no remitirse a cuentos más
viejos, siempre el último o los dos últimos, vamos chabón, hay más, siempre hay
más. Creer en estadísticas melifluas de cuentos leídos, me da triste.
Tengo un blog y subo uno todos los días. A
los suizos, argelinos, rumanos, no digo iraquíes porque tienen otras
ocupaciones.
Lean los cuentos más viejos, no es un “por
favor”, carajo, ni un pedido.
¿Para quién mierda escribo?
-Holá?...holá?...no sé que pasa -. Ahora
comunica, sigo,
-¿Entendés
lo que te digo? Hola ¿Estás escuchando?-.
-Qué hijo de puta, cortó.

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