sábado, 14 de septiembre de 2024

CASI NATURAL

    Hablaban alto para que escucharan todos.

   —Soy el Doctor Trifón Parlate, mucho gusto, su nombre es…déjeme pensar…

   —No perdamos tiempo , Trifón, me llamo Pietro Lacio y tengo una pregunta para hacerle ¿Usted piensa que esto va a cambiar? No me queda mucha suela en las zapatillas.

   —Disculpe Pietro, respecto a su primera pregunta, le digo que esto será peor, pero debemos vivir en este momento y hagámoslo lo mejor que podamos.

   —Por si no lo sabe, soy especialista en catástrofes emocionales, andar descalzo aspira las energías de la tierra y si los ojos se posan en árboles, nunca en edificios, es que sus neuronas se quintuplicaron, comprende Pietro?

   —No le creo nada, yo lo único que quiero es un par de zapatillas nuevas, me importa un carajo si cambia, si no cambia, vamos Parlate, dame la guita que tengas. Ché, “especialista en catástrofes”, decile a tu secretaria que entreguen sus pertenencias en este bolso, a los nabos de la sala de espera. Eso o son boleta.

   Cuando Pietro salió encontró los pacientes tirados en el piso, miraban muchas películas, seguro.

   Por la tarde vendió todos los insumos, relojes, pulseras, collares, anillos matrimoniales. Todo con boleta para justificar ante su cómplice.

   Lo esperaba, tardaba, siempre tardaba. Entró como un avión y se pusieron a contar el dinero, estaba todo perfecto.

   —Para la semana que viene hay más.

   Pietro acompañó hasta abajo a su amigo, Trifón Parlate.

viernes, 13 de septiembre de 2024

LA LOCA DE AL LADO

    Hace veintitrés años que tengo una vecina psicópata. Cuando los hijos eran chicos les pegaba igual que a los perros. A lo largo de nuestra relación vecinal echó aceite de micro en mi vereda. Llamó en cinco oportunidades a la policía por menudencias, mi enredadera invadía su propiedad, porque cuando riego mis árboles salpico sus mosaicos, ni en la época infame visité tantas veces la policía. Sus brujerías iban desde tirarme baldes con sapos muertos hasta dejar en la puerta pelos atados con tiras rojas. Grita el día completo, se escuchan tres puteadas benignas y tres malignas.

   Casi al amanecer percibí unas tijeras de podar y un serrucho. Salí volando de la cama y no pude abrir la puerta, cientos de ramas y troncos me lo impedían. Abrí por el garaje y cuando la vi le pregunté porqué hacía eso. Le noté la cara de loca desbundada. Pasó a través de sus rejas una rama-lanza, me dio en el ojo, casi lo pierdo. Le hicimos juicio, lo ganamos, la pena fue que todo siga siendo igual, obviamente la ley no existe.

   No quisimos, pero el odio que le teníamos a éste pterodáctilo, era más grande que nuestra conciencia. Elaboramos una estrategia, contribuyendo con el bien común. Pedimos a nuestro hijo que venga de La Plata, como protector del desarrollo de nuestras acciones.

   Llevamos a cabo lo decidido. Mientras ella tendía ropa, nos abalanzamos desde la medianera y empezamos con los cuchillos hasta el fondo de veintitrés años.

   Nuestro hijo cebaba mate.

miércoles, 11 de septiembre de 2024

VISITA INESPERADA

    Me bañaban en un fuentón con agua que juntaba mi Abuela en un barril, cuando llovía. Parecía una ingeniera hidráulica, esparcía el agua en baldes comunes, la colaba con tela y broches. Luego los destapaba y dejaba que el sol del mediodía y parte de la tarde, calentara el agua. Me sumergía en el fuentón y recibía tres jarras para mojar. Me enjabonaba con decisión.

   —Ahora viene la mejor parte, agua para enjuagarte, que vino del cielo. El sol se encargó de calentarla.

   Yo me sentía un ángel, ella me envolvía en el tohallón más grande de su casa y me secaba en la antecocina, sobre una mesa de madera alta, me envolvía como un matambre y pedía que no me moviera, sino me daría frío, había 39 grados y ella siempre pensaba que tendría frío. 

   Yo era un modelo de niña, después se revirtió todo, pero eso es otra historia. A través de una ventanita, veía la cabeza de mi Abuela, que aparecía y desparecía, llevando los cacharros a un galpón.

   Escuché:

   —Clara!...Clarita! ¿Dónde estás?

   Una voz gruesa, de hombre malo. Eran épocas, donde las puertas se dejaban abiertas, para que el aire corriera. La Tía Clotilde, hermana de mi Abuelo:

   —Miren quién está acá, la preciosa…!

   Y yo gritaba:

   —Abuela!! Abuela!!, hay un mostro, tiene una mano que me quiere arrancar mi patita.

   —Querida, soy la Tía Clota…ahí viene Clara.

   Mi Abuela llegó, me levantó en brazos y me dijo al oído que me callara la boca, por favor. Yo no podía detenerme.

   —Es una vieja bruja, tiene rayas en toda la careta y una lombriz enroscada pintada con sangre y los ojos son dos agujeros negros…que se vaya, sacala con la escoba…

   La Tía Clotilde quedó muda.

   —Bueno preciosa, ya me voy…ya me voy. Clara, vengo la semana que viene, la nena vuelve a La Plata.

   —Disculpá Clota, por favor…

   —Qué suerte que la echaste, mirá si me comía o me mordía, es un mostro!, mostro! Me salvaste la vida, gracias Abuelita.

martes, 10 de septiembre de 2024

MOLESTIA

    La Facultad de Bellas Artes, tenía un teatro en semicírculo, donde los Profesores de Historia del Arte, en una pantalla, explicaban las etapas que iban desde la Prehistoria, pasando por Egipto, Grecia, Persia y a este tiempo no llegaban, no sé si por falta de tiempo o de conocimiento. Delante de mí se sentaba el compañero Espósito, le había prestado el Hauser III, Historia Social de la Literatura y el Arte, frente a reclamos de devolución, el gordito se hacía el sota, mintiendo que lo había entregado a una compañera tímida e inteligente. Nunca me atreví a contarle a ella la desaparición del Hauser, que la hacía quedar como mentirosa. Era tan insegura, capaz de dudar de sí misma.

   En una Clase pura diapositiva, observé al gordo Espósito. Se olvidaba de cortarse las uñas y tenía olor a transpireta concentrada. Entre luces y sombras, el índice retorcía un agujero de su nariz, hasta parir un moco, al que le colaboraba el pulgar. Entre ambos quitaban el excedente húmedo y amasaban un volumen de lenteja, que rotaba, rotaba, como dicen del mundo, sobre su eje y alrededores. Allí estaba yo, con mi concentración más en el moco, que en los atenienses que la iban de superdotados. El gordo ladrón, potencial corrupto, pegaba su moco listo en el apoyabrazos que lindaba con mis piernas. Cuando prendían las luces, vi que sus mocos eran muchos. Iban en mi dirección, como hormigas congeladas. Ése era mi lugar y no estaba dispuesta a soportar tanta inmundicia, la Clase siguiente. Llevé bencina, la expandí a su alrededor, sonriendo a diestra y siniestra, cuando apagaron las luces, prendí el pucho, que envolvió en fuego al gordo inescrupuloso.

lunes, 9 de septiembre de 2024

GUARDA EL NIÑO

   ¿Dónde el lugar de jugar abajo de la mesa? A los cinco, cuando el mundo está donde uno quiera que esté, se llega a un tranvía oxidado y en un abrir y cerrar de ojos es un palacio. La infancia recicla instantáneo y las lágrimas están, soliviantan la risa que es fuerte y quiere más. ¡Cómo se quiere más en la infancia!

   Más papafritas, más dibujitos, más ratos, más largos, más abrazos, más cuentos, más alto, más vueltas, más lejos. El tiempo donde la vida produce sin trabajo, sin sueldo, sin agenda, sin rutina, anarquía en estado puro. Estado de gracia donde no se miente, para eso están los grandes. No se cocina, no se lava, no se hacen mandados, no hay que ir al banco ni hacer trámites. Las charlas de los viejos de otras mesas, sobre el dinero o la pelota, se funden en un sonido que la infancia borra soñando un tostado y una gaseosa. Dios da miedo, el ángel guardián tiene cargo de cana, visita al infante, le asegura protección y no es cierto, si te están tocando el culito menos. ¿Dónde estaba el ángel cuando eso sucedía?

   Hay infancias respetadas y otras destrozadas. Algunas con techo y otras a la intemperie. La infancia de cielo abierto corre abajo del puente porque llueve y esa es la casa de tela donde la madre los espera, con una lata de arroz recién hecho y pegado a la lata. Hay palitos, raspan todos y le rescatan algo a la abuela. Los parlantes piden que se vayan de inmediato. Sacan la tela y envuelven pedazos de colchón, la lata y los palitos. Los vecinos hacen lo mismo, en silencio. No hay caballos ni ruedas, la infancia se ocupa del traslado. Paró de llover, siempre encuentran otro puente y otro y otro. La casa con olor a tostadas, manteca y dulce de leche, la madre que  toca el piano. El padre mirando tele que muestra el desalojo bajo el puente. La infancia con la boca llena escucha al padre que afirma:

   ─Ésos son los que después te roban y te matan.

   La infancia del puente tiene ruidos de hambre en la panza. La infancia de la casa se tira pedos, por la ingesta desmedida de tostadas, con manteca y dulce de leche. 

domingo, 8 de septiembre de 2024

ATRÁS! ATRÁS! ATRÁS!

    —Adelante los que están primeros, los últimos se van —se escuchó un lamento en procesión.

   —Pero si estamos desde las seis de la mañana, ¿cómo no nos van a pagar?, ¿qué somos nosotros?, ¿nadie?

   El empleado, con equipo de tenis, contestó:

   —La felicito, ha dado en la tecla, son nadie. No tienen ni voz ni voto, como corresponde a un nadie. Hubo una mesa de negociación, donde se aceptó la moción por unanimidad de suspender todos los pagos.

   Tomó la palabra otro empleado, con equipo de tenis, mientras tanto, los empleados usaban como red los separadores de policarbonato:    

   —Nos vimos obligados a tomar esta determinación. Si les pagamos a Uds. el Banco Nacional quedaría vacío. Los sin techo tomarían el banco como vivienda y nosotros mudaríamos sucursales a Seychelles, Cancún, Chipre, Irán y Bielorrusia.

   Varios clientes comenzaron a golpear los muros de seguridad, de policarbonato triple. Se sumaron clientes con bastonazos y clientes paralíticos que golpeaban las bases. Las filas se convirtieron en pilas. Gendarmes, Fuerza Aérea y Policía también formaron parte de la indignación colectiva.

   Quedaron destruidas las cajas comunes, las de seguridad, subsidios y jubilados. El gerente no dio la cara porque un cliente la incrustó en la pared. Pasado el hervidero, cantaron la Marcha de San Lorenzo y se fueron dispersando solos como los nadie, cabizbundos y meditabajos.

   Fue triste que los nadie, no advirtieran que eran mucho más que dos.

sábado, 7 de septiembre de 2024

COMENZAR

    —Quiero escribir pero no sé cómo hacer. ¿Thomas, me puedes enseñar?

   —Lo tenés que sacar de dentro tuyo, mañana vení a desayunar conmigo y charlamos.

   Al día siguiente Su (oriental y sigilosa) golpeó la puerta y nadie contestaba, dio vueltas alrededor de la casa.

   Encontró una galería con mesas y sillas antiguas, pintadas de verde grisáceo, una hamaca asillonada tal vez para dormir una siesta breve y hamacar sus ideas.

    —¡Ah! Qué suerte que viniste, estoy siempre solo, voy a visitar a mi editor amigo con esbozos escritos bien pensados. Termina por publicarme, le pregunto si estaba seguro.

   —Si no lo estuviese te lo diría o tal vez no…Su, pensalo bien. Vas a conocer personas, personajes locos, mirá!!! Mirá!!! Ves el que va caminando haciendo ochos. Me gustaría regalarte este cuaderno, con doscientas hojas en blanco y en la primera página empezás a escribir sobre el señor Ocho (se llama Ocho) ¿Qué hace ese tipo caminando por el medio de la calle. Nos conocemos de chicos, recuerdo que la maestra se enojaba porque el Ocho lo hacía con un círculo arriba y otro abajo.

   —¿No? El Ocho se cruza.

   —Mi mamá no me deja cruzar la calle, ¿A eso se refiere?

   —Mirá, hacelo como quieras, no pienso colgarme de algo tan tonto, andá a la Dirección y explícales, a ver qué te dicen.

   Li preguntó si podía escribir en su casa porque sus hermanos la molestaban. Thomas aceptó de inmediato.

   Fue mágico, Li empezó a escribir sobre Thomas, mientras Thomas escribía sobre Li.

viernes, 6 de septiembre de 2024

DURANTE SIETE AÑOS

    Decía una chica de veintiocho años que la vida cotidiana mata, se mató. Desde que suena el despertador que odio. Ventilar, tender camas, hacer la comida para ella y para su marido algo preparado… Le dejaba un papelito que decía: “Estoy en el trabajo, vuelvo a las 24 horas, nos vemos”.

   Cumplió lo prometido, cuando volvió él no estaba. Se tiró largo a largo en la cama y se durmió. Le gustó que se fuera. Tiró el despertador al piso y le dio con una maza. No se molestó en juntar los pedacitos. Se acostó vestida mirando al techo, era hábil el idiota. Construyó la casa con lenga.

   Recordó partes de su vida, todas fueron un fracaso. No tengo ganas de continuar pensando. Recordó la chica de veintiocho años. Se levantó y sintió lo mismo que aquella chica. Abrió el cajón de los medicamentos y tomó todo con un whisky o varios. Mejoró su vida y se mató. Fue lo más sensato que pudo hacer.

   La muchacha que limpiaba llamó una ambulancia, trataron de recuperarla pero no pudieron. La muchacha se puso contenta, por fin podría hacer el amor con el marido de la finada.

   Compró un reloj despertador y lo esperaba desnuda bajo el cobertor. Él llegó tan cansado que se durmió vestido. Ni la saludó.

jueves, 5 de septiembre de 2024

VOLÚMENES

    Le decían la gorda cuatro culos, bien merecido su apodo, vivía para llenar su estómago con cualquier cosa que se pudiera masticar y tragar. Su casa enorme de infinitas puertas y habitaciones promovió que la gorda instalara televisores hasta en el jardín. No necesitaba sillón alguno, sus enormes asentaderas le daban universos de cómodas posturas. Tenía ojos tristes la gorda, casi no salía a la calle, a pesar de estar perdida de amor por un pastelero vecino que le regalaba tortas bañadas en chocolate moldava, con envolturas de corazones de azúcar Hileret. El tipo era un tímido de aquellos, cuando vislumbró a la gorda limpiando con un plumero y cantando blues le fue a tocar timbre, ella lo atendió. Él con voz firme dijo:

   –Yo te vengo bah...es decir, este...quiero invitarte a cantar en mi cumple, que es dentro de tres meses ¿podrás?

   Ella quedó muda de asombro, fue sólo un instante, universos de ideas le vinieron a la cabeza, pero contestó: 

   –Sííí! Con mucho gusto, para mí es una revelación que me hayas tenido en cuenta, allí estaré.

   Él se despidió caminando hacia atrás, mientras la gorda hacía ruidos desmesurados con las ocho cerraduras de su puerta. Empezó un régimen de adelgazamiento vertiginoso. Se alimentó de algas, agua y teleteatros. Ella misma se miraba en el espejo y le daba risa parecer una radiografía.

   Encontró un cajón con ropa de su hermana fallecida por anorexia. Esa noche recibió la tarjeta con el día y la hora de la fiesta. Atendió el pastelero que no entendió nada, ella le explicó que ella era ella.

   –Ah! Es que yo pensé que eras otra. Perdoná que sea tan directo, pero a mí me encantaba tu antiguo volumen.

       Ella le dio un beso de feliz cumple y le dijo:

   –Ya mismo aumento el volumen, no doy más, también seré directa ¿Dónde está el morfi?

   Él no alcanzó a responder cuando la flaca se abalanzó sobre una larga mesa, donde había postres que se besaban entre sí, tartas, tortas, tortitas, toronjas en almíbar irlandés, sopas inglesas con islas de crotones cubiertos de rodajas alsacianas. Su ingesta abarcó hasta las miguitas en las solapas de los invitados, que asustados se pegaron a las paredes, ante el temor de ser deglutidos por la avidez imposible de la flaca, que llenaba sus mejillas redondas de comida que rumiaba. Llegó a regurgitar y por fin detener su angurria. El pastelero dio palmadas en la espalda de la flaca y ella en agradecimiento le pasó la lengua por el helado que pendía de los bigotes de su amigo. Hubo un impasse, dio respiro a la concurrencia. La flaca tomó una guitarra y una voz que parecía provenir del cielo partió el aire con un blues regado con lágrimas de los invitados y el anfitrión.

   Terminada la fiesta, él acompañó a su amiga hasta la puerta de la casa. La flaca había engordado cinco kilos en seis horas.  Comenzaron a expandirse dos de sus cuatro culos. El pastelero sintió nostalgia de los dos que faltaban. Ella tranquilizó aquella mirada con una promesa:

   –Pastelito de mi corazón.

   Así lo nombró, Pastelito.

   –Te prometo que en una semana tendrás mis cuatro culos para hacer de ellos lo que más te guste.

   Dijo que lo esperaba el fin de semana, se despidió con un beso de lengua acaramelada. Ese descaro provino del vino y de aquel amor tan postergado.

miércoles, 4 de septiembre de 2024

YO EL PEOR DE TODOS

    Había un aljibe en el centro del jardín de nuestra abuela. Cuando ella vivía decía que ya no cumplía su función, el agua de la napa secó. Parecía que andaba, tenía una roldana oxidada, un arco de hierro, una cadena con un gancho hacia afuera y el balde que se hamacaba abrigado por jazmines.

   Una noche yo, que soy el peor, según mis padres, maestros, amigos y proveedores. Les propuse a mis hermanos abrir el aljibe y cortar el misterio. El más chico que pesaba como dos gallinas y media, fue el elegido. Corrimos las tapas, lo metimos en el balde y empezó a descender, antes de tocar el fondo cayó un macetero de bronce, repleto de cactus, de espinas gigantes.

   Le dio en la cabeza, logramos subirlo. La sangre salía a borbotones, él nos decía que era cierto, agua no había. Estaba más que contento, mi madre miró feo, me dijo:

   —Satanás.

   Y volaron a la Guardia, tuvieron que pelarlo, pero las costuras quedaron rebuenas. A medida que crecíamos nos íbamos dispersando. Mi madre sufrió tanto con el síndrome del nido vacío, llegó a decir que yo era su hijo predilecto. Después me enteré que a todos les dijo lo mismo, pero por separado, para que ninguno se sintiera denostado.

   De los del medio hay dos que viven en Australia. Uno en EEUU, es el de peor gusto, sin duda.

   Hace meses que no veo al enano, es hippón y nómade, no se comunica con nadie. Alguien me dijo que escaló el Himalaya, con cien personas y lo vio, llegó primero.

   —Ahora descubrió unas islas de coral cerca de Tailandia, fuma todo el día, ahí no hay gente estúpida que lo prohíba.

   Estuve pensando, si vendo mis equipos y me divorcio, voy a encontrar dónde está el enano.

   No va a ser fácil, aunque andar por otras islas me lavaría el odio, la bronca y la impotencia de vivir en un país que no quiero ni nombrar.

   La casa del aljibe la compró un narco. Que la usó como reducto, el aljibe ya no estaba pero el caco cayó en el agujero que ahora sí, tiene una napa oceánica de aguas servidas.

   No me quiero enganchar con más nada de aquel lugar. Ahora vienen las islas, vienen las islas y mi hermano que corre de frente, con rastas multicolores.

martes, 3 de septiembre de 2024

DE ARRIBA PARA ABAJO

    Llueve, llueve, llueve, hace tres meses que está lloviendo.

   ─Ya me acostumbré y ahora me gusta. ¡Uau! Tengo agua hasta mitad de la rodilla. Ahora va por el pecho, luego llega a la cabeza y después nadar hasta la extenuación. Siempre encuentro un barquito o una lancha, un velerito. Cuando me estaban subiendo al yate, una ola irónica quiso mojarnos a todos. Es que los días de lluvia persistentes sobre el nivel del agua, pretenden inundar todos los continentes.

   ─¿A vos te parece que mañana va a llover?

   ─Dicen que siempre que llovió paró, pero esta vez se instaló definitivo, parece…

   Tres niños desolados que perdieron a sus padres, seguían nadando con desesperación.

   Tropezaron con un banco ciudad y allí fueron socorridos, alimentados y envueltos en pieles. No paraban de temblar, hipotermia machaza. El Titanic comenzó a hundirse.

   Los tres niños sobrevivieron, tenían experiencia. Nadaron medio océano. Encontraron a sus padres hamacándose en un coy, cuando volvieron, salió el sol.

   Sin embargo llueve, llueve, llueve, hace cinco meses que está lloviendo. 

lunes, 2 de septiembre de 2024

FUI

    Le tiré el sobre en la cara y volaron los billetes.

   ─A mí la guita no me interesa y menos viniendo de vos, un pobre ordinario que come con la boca abierta.

   Me dio lástima, tan vulnerable, tan convencido que mi tristeza se pagaba con dinero.

   ─¡No me toques! No soporto que me toquen desde que…

   ─¿Desde cuándo?, decime. Lo podemos arreglar.

   ─No sos el indicado, pasó hace mucho tiempo y si hay algo que detesto, es recordar.

   Quería que le contara. ¡Ja! No era mala persona, le parecía que su ayuda era necesaria. Me vuelve loca la cara de perro abandonado y yo con mi desprecio, pegando cachetadas con palabras que él no merecía ni entendía.

   Mis improperios lo doblegaban, rogaba que no lo hiciera. A mí, lo que él dijera me importaba nada. El puente me sedujo y el agua me llamaba.

   Él seguía gritando inútilmente.

domingo, 1 de septiembre de 2024

CUATROFILIA

    —Con los alumnos fue buena como docente virtuosa. Pero en casa era una perra, ladraba cuando el almuerzo y eso que tenía Cocinera. Ella era la única en darse cuenta que debía ocuparse de nosotros, la dulce María que volvió a su pueblo cuando moría.

   Me parecieron ajenas aquellas confesiones.

   —José, esa no era tu vida, vos permitías que gritara todo el día, hasta dormir la siesta. ¿Y tus hijos?

   ¿Cómo le digo sin obtener su desprecio?

   —Vivían en un internado, donde eran muy bien tratados, los fines de semana iba a buscarlos. Fernandito preguntaba. “¿Volvemos a lo de Cruela De Vil?, ¡qué moplo!” Los recibía con un “Hola” y sin levantar la vista, corregía cuadernos.

   Demetrio tenía la impresión que él sabía, pero lo vivía como un descanso. Todas las mañanas, Cruela hacía el amor con Demetrio, volvía a la Escuela, buena y dulce. Los alumnos la querían como a una madre. Inventaba números y palabras para  que los chicos no se aburrieran. Era el único grado que funcionaba. No había Docentes, ni Directora, ni Portera y el sueldo venía cuando querían. Demetrio, que tuvo finados ricos, no trabajaba.

   Él hacía la limpieza de la Escuela y encontraba oportunidades para echarse un touch and go con Cruela. Gritaba placentero y los chicos se asustaban. Le preguntaban qué le había pasado y ella les decía que sufría de estreñimiento.

   Un niño curioso, preguntó qué quería decir eso. Cruela le pidió que lo buscara en el diccionario. Al día siguiente se hizo presente la madre, con una cajita de Dulcolax, pidió perdón por la intromisión:

   —Yo sé lo que es eso, pero este producto le quita hasta la arruga que tiene entre ceja y ceja.

   La Madre del niño del laxante, era amante de José, desde que los hijos de Cruela iban al internado. El domingo del cumpleaños de José, hicieron un asado. Estaban Cruela, Demetrio, los niños que vinieron del internado, jugaron toda la tarde con el niño y la Madre del laxante.

   Los duraznos estaban en flor. Había luces y sombras que iluminaban al grupo, donde José y su amante no se miraron nunca. Cruela y Demetrio se hamacaban y luego paseaban por los frutales, tomados del brazo. Nunca dejaron de mirarse.