—Adelante los que están primeros, los últimos se van —se escuchó un lamento en procesión.
—Pero si estamos
desde las seis de la mañana, ¿cómo no nos van a pagar?, ¿qué somos nosotros?,
¿nadie?
El empleado, con
equipo de tenis, contestó:
—La felicito, ha
dado en la tecla, son nadie. No tienen ni voz ni voto, como corresponde a un
nadie. Hubo una mesa de negociación, donde se aceptó la moción por unanimidad
de suspender todos los pagos.
Tomó la palabra
otro empleado, con equipo de tenis, mientras tanto, los empleados usaban como
red los separadores de policarbonato:
—Nos vimos
obligados a tomar esta determinación. Si les pagamos a Uds. el Banco Nacional
quedaría vacío. Los sin techo tomarían el banco como vivienda y nosotros
mudaríamos sucursales a Seychelles, Cancún, Chipre, Irán y Bielorrusia.
Varios clientes
comenzaron a golpear los muros de seguridad, de policarbonato triple. Se
sumaron clientes con bastonazos y clientes paralíticos que golpeaban las bases.
Las filas se convirtieron en pilas. Gendarmes, Fuerza Aérea y Policía también
formaron parte de la indignación colectiva.
Quedaron
destruidas las cajas comunes, las de seguridad, subsidios y jubilados. El
gerente no dio la cara porque un cliente la incrustó en la pared. Pasado el
hervidero, cantaron la Marcha de San Lorenzo y se fueron dispersando solos como
los nadie, cabizbundos y meditabajos.
Fue triste que
los nadie, no advirtieran que eran mucho más que dos.
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