—Quiero escribir pero no sé cómo hacer. ¿Thomas, me puedes enseñar?
—Lo tenés que sacar de dentro tuyo, mañana
vení a desayunar conmigo y charlamos.
Al día siguiente Su (oriental y sigilosa)
golpeó la puerta y nadie contestaba, dio vueltas alrededor de la casa.
Encontró una galería con mesas y sillas
antiguas, pintadas de verde grisáceo, una hamaca asillonada tal vez para dormir
una siesta breve y hamacar sus ideas.
—¡Ah! Qué suerte que viniste, estoy siempre
solo, voy a visitar a mi editor amigo con esbozos escritos bien pensados.
Termina por publicarme, le pregunto si estaba seguro.
—Si no lo estuviese te lo diría o tal vez
no…Su, pensalo bien. Vas a conocer personas, personajes locos, mirá!!! Mirá!!!
Ves el que va caminando haciendo ochos. Me gustaría regalarte este cuaderno,
con doscientas hojas en blanco y en la primera página empezás a escribir sobre
el señor Ocho (se llama Ocho) ¿Qué hace ese tipo caminando por el medio de la
calle. Nos conocemos de chicos, recuerdo que la maestra se enojaba porque el
Ocho lo hacía con un círculo arriba y otro abajo.
—¿No? El Ocho se cruza.
—Mi mamá no me deja cruzar la calle, ¿A eso
se refiere?
—Mirá, hacelo como quieras, no pienso
colgarme de algo tan tonto, andá a la Dirección y explícales, a ver qué te
dicen.
Li preguntó si podía escribir en su casa
porque sus hermanos la molestaban. Thomas aceptó de inmediato.
Fue mágico, Li empezó a escribir sobre
Thomas, mientras Thomas escribía sobre Li.
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