Pidió dos limas exprimidas. Al barman le dio
alegría que no pidiera vodka, whisky u otros alcoholes. Lo conocía del tiempo
donde su espíritu etílico divertido atraía clientes.
-Desde que usted abandonó el alcohol parece un
bar sin vida, no se ofenda señor Dolby, fue un comentario con buenas
intenciones-. El señor Dolby encontró al señor Petersin, el festejo del
reencuentro fue servido en dos medidas de whisky, para ambos. Después hubo
otras, hasta que se fueron.
Dolby se sentó en un banco de plaza,
Petersin encontró el hombro de su amigo y dormitaba, mientras Dolby decía que
de la vida no le interesaba nada, ni las plantas, ni su sillón más cómodo, ni
leer, hasta aquel encuentro le produjo desgano.
-¿Entonces porqué no te matás? ¿A que seguir
con vida si no te gusta nada?-. Lo había escuchado, aún dormido. A Dolby le
aburría pensar en suicidarse, no quería dejar ese recuerdo para sus hijos.
Igual lo tentó la sugerencia de su amigo. Tuvo miedo de llevarlo a cabo. Le
dolía el hombro, la cabeza de su amigo pesaba una tonelada. Lo acomodó a lo
largo del banco y cruzó al bar. Pidió dos limas exprimidas, mientras le lloraba
al barman todas sus desgracias. -¿Qué tendría que lamentar yo entonces? Mi
mujer me espera y le pego con el odio que tengo acumulado. Después salgo a la
calle y noto que mis vecinos me miran mal, temo que tomen represalias-. Cuando
Dolby notó que lo había tomado de oreja, bostezó ostensiblemente.
Al día siguiente aparecieron en los diarios,
el suicidio de Petersin con una foto sonriente, el suicidio del barman y su
foto media sonrisa, el suicidio de Dolby, en el retrato tenía cara de
aburrido.

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