jueves, 25 de febrero de 2016

SOCIEDAD DE HECHO

   Globopobre tenía moscas en las pestañas. En su familia todo era precario y nómade.
   Concurrió a la escuela gracias a una autoridad que se hizo presente para becar al “niño de las moscas”.
   Sabía tantas cosas de la calle y de la vida, que para sus compañeros era un profesor. El que más lo quería era Perirrico, el padre se asombró de cómo Globopobre resolvía cualquier cosa inventando reemplazos o desinventando, otra forma de inventar. El señor Perirrico le pagó hasta los estudios universitarios, consideraba que era excelente influencia para su hijo.
   Fueron amigos entrañables, pusieron un estudio juntos. Globopobre no lograba quitar las moscas de sus ojos, pensó que nunca olvidaría su lugar de proveniencia. Ganaba todos los juicios y los de su amigo también. Quería ser rico, muy rico, para socorrer a su familia. Un día, Perirrico le echó raid en las moscas, casi lo deja ciego. Ellas se quedaron a vivir en sus pestañas, a pasar de aquella agresión. Eran tan arqueadas, que podían dormir como en coy, sin molestar a nadie.
   Perirrico tuvo que soportar a los clientes que preferían al Doctor Mosca. Discutieron los objetivos de cada uno. Resultaron disímiles.

   Se despidieron con afecto y la sociedad quedó sin efecto. Pasaron unos años y el estudio de Globopobre quintuplicó sus ganancias. Mientras, Perirrico empobrecía. Oyó que su ex socio amigo construyó viviendas para sus parientes pobres de toda pobreza, mientras él vivía en la más absoluta austeridad. Perirrico le pidió ayuda, su amigo le ofreció volver a formar una sociedad, con la condición de no molestar a sus moscas.

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