sábado, 27 de febrero de 2016

MÁS NO PUDIERON


   El fenómeno de ruborizarse, o que se te pongan los cachetes colorados, para los bizarros, se debe a que la sangre recorre todo el cuerpo y aterriza en las mejillas.
   Las razones son variables, puede que alguien elogie tu tarea y te ponés colorado o que se burlen por tu ignorancia, una propuesta amorosa, tu padre te descubre haciendo algo indebido. Cientos de razones válidas o inválidas. Te podés poner colorado en una silla de ruedas.
   Las personas malas, jamás se ruborizan o lo reemplazan por maquillaje que hace que lleguen a destino ya ruborizados.
   Por ejemplo, obispos, conductores beodos, asesinos seriales, políticos, pederastas, carniceros, ñoquis. Son seres grises y por más rojo que le agreguen, siguen siendo grises.
   -Habría que meterlos presos a todos-. Dice mi padre.
   El tío Alberto piensa que hay que matarlos a todos y eso que es pacifista. Berta, su mujer, grita -¡Chorros, devuelvan la guita!-
   Para llegar al deseo de Berta, deberían pasar los dos estadíos anteriores. El resultado sería atroz, los malos se escaparían en aviones, con toda la guita que nos robaron.
   De los chanchullos de estos sátrapas no sé nada, es una era confusional. Sí sé lo que es llegar al quince sin ropas, para los finos y en pelotas para los ordinarios.
   Tengo una parcela de buena tierra, siembro papas de toda la vida, hice mis negocios con honra.
   Llegó la hora de compartir y yo reparto.

   Se sabe que el que reparte se queda con la peor parte. Así fue, estoy tirado boca arriba, mirando el cielo, la luna y las estrellas, mi mujer prepara papas fritas, yo descanso sobre el pasto mullido. Me quedé con la mejor parte, mi orgullo es que todavía se me pongan los cachetes colorados. A los grises no les tengo piedad, me dan náuseas. Más hijos de puta no pudieron ser. 

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