miércoles, 29 de diciembre de 2021

DOBLETE GENEROSO

 

   No sé si podré escribir con esta birome de mierda. Me olvidé de comprar y tengo una historia para escribir, cuando se termine la tinta voy a tener que abandonar:

   Era la madrugada y Gabriel no estaba, se fue en puntas de pie, para desayunar con Piera. La había conocido por la calle de su trabajo. Ella era pálida como la nieve, pero tenía una sonrisa que invitaba a la charla desprolija.

   —No podré desayunar con vos, se pasó la hora, tengo que ir si no pierdo mi turno.

   A Gabriel le disgustó, por excederse de tiempo, escuchando a Piera. A él lo contaban como ausente y entraba en la lista de los próximos diez echados. Su Mujer trabajaba todo el día y no le quedaba tiempo para preocuparse del despido de Gabriel.

   El tercer lugar fue para Piera, como no asistió sería atendida mañana. Se sentó en la puerta, esperando que la nieve calmara su oficio de nevar y pudiera caminar.

   Gabriel la encontró de nuevo:

   —Te veo mucho más pálida y la boca la tenés azul, sería un placebo invitarte a tomar un capuchino, un café o lo que quieras.

   Este tipo es comedido, merece mi respuesta:

   —Cualquier cosa que ingiera, la vomito a los tres minutos, mi única esperanza es llegar a tiempo para la quimio. Me alivia estos dolores, aunque sea hasta mañana.

   Salió corriendo una senda, con sus patines, él la vio entrar y esperó ver cómo desaparecía entre tantos pasillos cruzados. Fue hasta la Recepción.

   —Quisiera saber el lugar de una paciente llamada Piera. Sé que se hace quimio. ¿Tiene cáncer?

   La mujer lo miró como a un bicho raro:

   —Mire señor, aquí no brindamos ese tipo de información, guardamos la privacidad de todos los pacientes. Piera es una entre un montón, que lucha hace más de diez años y éste es su último recurso. No tiene dinero para que la puedan operar de un tumor, que no crece, pero está. Le alivia venir acá, escuchando otras historias. Gabriel quedó pegado con la noticia que Piera podía operarse. Corrió al Banco y sacó sus ahorros de veinte años de trabajo.

   El Médico que le asignaron a Piera apareció una mañana y le contó que alguien anónimo, había donado el dinero para la operación. Ella, refulgente preguntó quién había tenido ese gesto inesperado y generoso, se dirigió a la Recepción.

   —Lo único que puedo decirte, por haber recibido yo el cheque en mano, es que vestía una parca verde, era alto, con un sombrero que le cubría los ojos.

   Al ser primera en la lista, le fue otorgada la operación gratuita. Salvó su vida y la festejó por dentro. No quiso que otros enfermos cayeran en estados depresivos. Alguien le alcanzó la dirección de Gabriel. Pudo prescindir del cheque, lo puso dentro de un sobre que en su portada firmaba: Piera.

   Y al final me quedé sin tinta, si no llueve mañana voy al pueblo, compro una, podré seguir esta historia y lo que pasó entre…qué lo parió, no escribe más.   

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