jueves, 25 de mayo de 2023

ENGATUZADO

 

   Tenía cuarenta y cinco días cuando el veterinario me vendió a mi dueño. Me llamó Ring Ring, no hubo bautismo, soy gato y a nosotros no nos toca. Mi dueño y yo comíamos juntos, él hamburguesas y yo piedritas. Dormíamos juntos y a veces me llevaba a su laburo en el bolsillo. A partir que le depuse, me quedé en casa para siempre. Tuve dos amigos, Eva y Lucho, jugábamos hasta quedar exhaustos.

   Dormía en la cama de mi dueño, hasta que volviera.

   Una tarde vi cómo dos chicos entraban por la ventana, me pareció raro, sólo mi dueño que deja las llaves en “no me acuerdo” entra por la ventana. Con ojos entornados vi cómo sacaron el frasco de monedas, la guitarra, el plasma y dos cuchillos. Cuando volvió mi dueño me llamó y no me encontraba, no soy muy de contestar. Cuando me encontró me abrazó y me besó el hocico.

—Ring Ring, si te robaban a vos me moría.

   En una semana consiguió un lugar nuevo, pisos deslizantes que me volvieron patinador experto.

   Me puse triste, mi dueño iba y venía, no me daba bola, se olvidaba de las piedritas de comer y de las otras. La depresión iba en aumento, no quise dormir en su cama, me metí en el estante de los buzos. Cuando terminó la mudanza, se acordó de mi existencia. Pensé hacerlo sufrir como él lo hizo conmigo. En un descuido de puerta entornada, subí trece pisos, en algún palier descansaba. Escuché sus pasos por las escaleras gritando:

   —Ring Ring, Ring Ring, Mush Mush.

   Los vecinos escucharon y ayudaron. Las réplicas de mi nombre me volvieron loco, bajé a lo de mi dueño y me escondí detrás del almohadón más grande. Mi dueño cerró la puerta y se puso a llorar. No soporto ver llorar un hombre. Salí de mi escondite, mordí el paquete de Elite y se lo llevé a sus manos. Secó las lágrimas, me miró y dijo:

   —¡Qué gato boludo! Con todos los problemas que tengo…         

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