La mejor amiga de Mamá me invitó a pasar la
primavera con ella. Mis Padres se alegraron. Se tomaron vacaciones de mí, que
era una niña demandante todo el día. Yo tenía cinco cuando pasó la primera vez.
El Jardinero de casa tenía una casilla de
madera para guardar los elementos de su trabajo. Yo lo seguía a todas partes,
se ponía una nariz de Payaso y otra vez de Pinocho. Le gustaba disfrazarse para
que yo me riera. Una tarde lluviosa me invitó a su casilla. Hizo un pequeño
fuego.
─Vamos a tomar calor, tenés la ropita
empapada.
Me sacó la remera y el pantalón, él se quitó
su ropa de trabajo. Me hizo cosquillas y me acostó sobre su pecho y mientras me
acariciaba la cabeza, se durmió. Aproveché para vestirme lo más rápido que
pude. Llegué a casa y le pregunté a mi Mamá:
─¿A vos te parece normal el Jardinero que
tenemos?
─Es un viejo raro, casi no habla, pero
distribuye flores por color y tamaño, no conozco nada igual.
─Te cuento algo, me puso dentro de su
casilla y me quitó toda la ropa, después de tocarme el cuerpo se durmió, me
vestí y vine para acá.
Mi Mamá espantada recurrió a mi Papá.
Llamaron una ambulancia para mí y un móvil policial para el Jardinero.
Me revisaron y no tenía nada. Al Viejo lo
acusaron de pedófilo.
─¿Qué quiere decir pedófilo?
Debe ser que se tira muchos pedos. En la
casilla había olor a pedo.
Yo no sabía, me enteré después. Tita, la
amiga de Mamá después de contarle lo que había pasado, le preguntó si podía
tenerme en su casa un tiempo.
Sucedió algo muy importante, el Jardinero
logró fugarse. Cuando llegué a lo de Tita quedé extasiada, había caminos de
rosas, de lilas, zapatitos de Venus, prímulas y otros nombres que no recuerdo.
─¡Tita!, este jardín está encantado.
─¿Sabés lo que pasa?, conseguí un Jardinero
magnífico y sabio en el arte de las flores.
─¡Uy, Tita, lo quiero conocer! Porque
pasaron tantas cosas en casa, que se nos fue la persona que se ocupaba de
nuestro jardín.
Venía caminando arrastrando una carretilla.
─¿Ves? Ese es el Jardinero, vení que te lo
presento.
─¡Tita, por favor, ese viejo es pedofólico!
Y el Viejo contestó:
─Ay, ay, los niños tiene una imaginación
Doña Tita, que si uno le va a creer todo lo que dicen, es hombre muerto.
Aunque tenía cinco años era una niña con una
fuerza notable y si me enojaba, peor. Mientras escuchaba al Viejo mintiendo,
tomé la horqueta más filosa y lo atravesé de lado a lado.

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