jueves, 4 de mayo de 2023

TIERRA PARALELA

 

   Había un papero al lado, pegado a nuestras parcelas. Venía todas las tardes, cuando Papi no estaba, tomaban mate en la galería.

   —Admiro su campo de girasoles, Doña Elvira. ¡Cómo me gustaría tener sus parcelas!, Me enteré en el Almacén de Ramos Generales, que van a vender y se van para Buenos Aires. Es una pena, dicen que las retenciones se prolongan cuatro años más y después quién sabe.

   Este tano ordinario, seguro que lo compra cuando estemos con la soga al cuello.

   Continuaron las visitas de Don Javier y yo las condimenté con algo que no pudieron ni imaginar. Me probé un vestido de Mami de cuando era joven, bastante ceñido. Encontré el rouge que nunca usaba y unos zapatos de taco alto, del mismo color que el rouge. Aparecí en la galería y me presenté Don Javier.

   —Mucho gusto, Señor Don Javier, mi nombre es Marilú, pero puede decirme Maru. Lo felicito por hacer a mi Madre, tan feliz con sus visitas, ahora me agrego yo, para que la gente no piense mal. Mi Padre hace un largo trecho de noche y el viaje lo deja exhausto.

   Mamá tenía ganas de matarme, la hice quedar como una Señora buscona. Según sus propias palabras.

   Don Javier parecía más viejo que los años que tenía. Apenas diez más que yo. Me miraba subyugado y yo un poco también. Mamá no fue más a la galería.

   —Si me permitís tutearte y llamarte Javier, te invito a tirarnos en los rollos de alfalfa. Me quiero quemar la espalda hasta arder, este vestido tiene el mismo escote que una malla, veo que vos ya estás quemado, te presto este sombrero, de alas bien anchas, como una sombrilla.

   Don Javier hizo un respingo, no estaba acostumbrado a las mujeres independientes.

   —Maru, ¿le pediste permiso a tu Madre?

   Tenía todo planificado, seguro que ella pensaba que por suerte, yo era la última de sus hijas.

   —Javier, ¿me pasás esta crema por la espalda? De verdad estoy por arder.

   Tenía una suavidad este hombre, bien curtido. Me encantó su sufrimiento por mi espalda.

   —Te propongo un pacto, Maru, ¿y si nos casamos? No es por interés agrícola, es porque pienso que en breve, tu Padre no podrá con los impuestos. Y yo a la larga tampoco. ¿Y si unimos los dos campos? A mí me abruma un poco hacerle esta proposición, más pedirle tu mano y el resto del cuerpo también.

   El 16 de Septiembre nos casamos, mi Padre me dijo adiós, esperó menos que yo para decir “sí”. El vestido que usé lo llevaron tres generaciones. El arreglo del pelo fue diferente, apliqué en toda mi cabeza, microgotas de miel. Caminé un rato por los alrededores del monte y las mariposas amarillas venían a mi cabeza como si fuera un banquete. Fue mi tocado.

   Ahora mis Padres, Javier y yo, tomamos mate todas las tardes, hablamos de nuestras vidas pasadas y las presentes, dejamos espacios de silencio para escuchar el concierto de las hojas y los pájaros y las ranas.

   Ahora vivo en la casa de Javier, es más grande que la de mis Padres, muy suntuosa y de mal gusto, los paperos son así.

   En casa de mis Padres, las risas con mis hermanas se quedaron a vivir allí. Las voces de mis Abuelas y todos los que vivieron en la “Estancia Los Girasoles”.

   Con Javier se nota que él no tuvo familia, pero ahora me tiene a mí. Cuando sugerí cambiar el nombre de su estancia, me dijo un “no” contundente y me lo tuve que bancar. Se llama: “Estancia El Puré”.

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