El lenguaje se
redujo hasta en las malas palabras, éstas últimas ahora son buenas, más aptas
para el no consumo y liberan apetencias asesinas. Un adolescente llama a su compañero: ¡Ché
puto! Y el otro responde: ¿No ves, boludo?, la rueda se hizo concha.
Los ejemplos
serían infinitos. Está la sensación común de creer cada vez menos. Entonces,
las malas palabras, dejan de serlo, como las palabras semáforo, helado,
zapallo, cada una tiene un valor intrínseco, que no necesita nombre. Aparece la
era de la seña, fuck you, los cuernitos, el dedito acusador. La función del
dedo tiende a expandirse, tanto para un moco seco pendiente, como para digitar
un celular.
Prepárense,
falta poco para las cuatro patas.
—¿Qué piensan de
mi desarrollo nueva era?
Los alumnos le
arrojaban tizas, chicles masticados, cantaban a coro:
—¡Que se vaya!
¡Que se vaya!
Dieron vuelta
los bancos formaron barricadas y jugaban a la intifada.
El profesor
renunció y vive en Bolivia, tuvo un encuentro casual con cuatro de sus fucking
alumnos, estaban haciendo dedo.
Los
reconoció, su auto le patinó raro,
encima de sus ex alumnos.

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