Se cruzaron en el
puente, estacionaron consecutivas, no hubo opción. —Buen día Madelén.
De Abigail se
escuchó un lejano —Día..
Sin el Buen. Le
deseaba lo peor, era mala con todas las mujeres, al punto de quemar un vestido,
a la pasada, con esa intención. Cuando fue invitada a la comida en la Embajada,
mientras el Embajador decía unas palabras, Abigail fue a deponer. No apretó el
botón, ni el extractor, ni el desodorante. Los presentes comían como si el olor
que venía de la izquierda, matara el olor de la comida. Madelén la fue a
buscar, echó de su propio perfume y le
dijo —Sos mala, perversa, mal
intencionada y roba maridos para joder a cualquier pobre mina. Por el olor de
este recinto, entiendo, que sos una mierda.
Volvieron a la
mesa juntas, pero sus sillas estaban lejos. Abigail hizo sonar la copa y se
puso de pie
—La mujer que haya sentido que su marido le fue infiel conmigo, que levante la mano.
Todas levantaron la mano, Abigail también y Madelén la levanto a media asta. Madelén, compitiendo con su no amiga, tincó una copa, se puso de pie —El hombre que haya sentido que su mujer le fue infiel con el embajador, que levante la mano.
—La mujer que haya sentido que su marido le fue infiel conmigo, que levante la mano.
Todas levantaron la mano, Abigail también y Madelén la levanto a media asta. Madelén, compitiendo con su no amiga, tincó una copa, se puso de pie —El hombre que haya sentido que su mujer le fue infiel con el embajador, que levante la mano.
Todos los hombres
levantaron la mano y el Embajador levantó su brazo estilo hitler. Era el autor
intelectual de esa noche.
Tomaron el postre
en el living, las mujeres, casi todas, con las faldas subidas, al descuido y
tetas operadas a punto de reventar en cada escote. Era un Secreto de Estado. Esta
noche, cambiaban parejas. 
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