lunes, 2 de mayo de 2016

PERSECUSIÓN

                                                 
   Le compró un oso tan grande que tuvo que sacar dos boletos. Sabía que se iba en dos horas. Miró el reloj y bajó del micro como una saeta. Ya sacaba las llaves y sintió que algo le faltaba, el oso. Subió a otro micro de la línea y preguntó al chofer si no había visto al oso. El chofer lo vio tan nervioso que le contó que alguien olvidó un oso gigante en el micro. Se bajó, tomó un taxi hasta la terminal. Lo descubrió, hacía de chofer embalsamado.
   Intentó sacarlo por la ventanilla, abrió la puerta porque no pasaba. El tachero lo esperó, más por curioso que por solidario. Lo llevó pasando tres semáforos en rojo y le cobró la mitad del valor del oso.

   Entró en la casa y su ahijado esperaba como un desposeído. Le entregó el oso y el chico, con todo respeto, le dijo —En la vida vi un oso tan grande y tonto, no lo digo por vos, pero si lo podés cambiar por algo a mi escala, estaría buenísimo. Ya sé, el oso te salió más caro que una moto, pero yo no me preocupo, mami y papi dicen que ustedes tienen “la guita”.
                                                      

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