miércoles, 25 de mayo de 2016

MITAD DE QUEBRADA


                                          
Anda enojado el padrecito, en el sermón acusó gente con nombre y apellido. Se olvidó a qué iba y por dónde. 
Yo lo esperé y cuando terminó la misa le hablé de hombre a hombre o de pastor a curita. Le pregunté si no estaba cansado por algo de nosotros. Me habló de la soledad de la capilla, de lo lejos que vivíamos todos y de su lucha para seguir célibe en el medio de las cabras. Cuando llegué a mi casa la hablé a la Malvina y le dije que fuera a charlar con el padrecito, a darle alguna alegría. Soy el padre y sé que ella se da con todos. Por decirlo con elegancia.
El domingo el padrecito dio una misa linda, el sermón parecía de otra persona y cuando terminó, nos apretó la mano a todos y dijo gracias.
Malvina nunca volvió a nuestra casa, vive en la sacristía, se casó con el padrecito, tienen dos críos.
Ahora las cabras las cuido yo, quedé tan impresionado que no dejo que se les acerque ningún hombre, menos si lleva sotana.
                                                                

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