Voy a dejar de usar las calzas blancas.
Tiene razón mi amigo, parece que caminaba en bolas.
─Se te nota la raya del culo y todos quedan
flasheando.
─Es problema de ellos. Llego al Hospital y
el guardapolvo me cubre todo.
Era muy odiada como Profesora de Anatomía,
la mejor Profesora de la Facultad. Rebotaba a todos sus alumnos.
─Y si no saben nada, ni quieren aprender.
Renuncio.
Tenía una pileta en el fondo de su casa,
llena de formol, con toda clase de partes cercenadas. Recibió un permiso
especial para construir la pileta y otro permiso especial para cobrar entrada a
cualquier interesado. Era una Doctora ávida de permisos especiales. Los
domingos disfrutaba mirando, media pierna, un hígado, un pulmón.
Con guantes quirúrgicos sacaba alguna pieza
que le interesara, la ponía entre sus manos y con una lupa miraba detalles
nuevos. Los domingos nada más. Hacía guardias nocturnas en un Hospital
suburbano. Así alimentaba sus ganas de estar con un chico menor.
Tuvo un Juicio por abuso de menores. Andaba
con un chico de 16 años. Salió sobreseída y pidió un permiso especial para que
la dejaran curtir con el enfermero. El mismo de la historia de aquel abuso. Le
llegó la hora de enamorarse.
Una tarde lo invitó a su casa y le puso una
reposera al lado de la pileta de formol. Ella estaba adentro y él afuera,
esperaba la sorpresa que ella le iba a dar. Hasta la luna emitía calor. Se tiró
de cabeza en la pileta. No alcanzó a inspeccionar los pedazos de cuerpos que
flotaban. El formol le comió la vida.
Cuando ella apareció con un tequila para los
dos, se asomó a la pileta y no lo podía creer. Tomó las dos tequilas, salió para
el Hospital con el ambo puesto y su maletín.

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