viernes, 8 de abril de 2022

NACIMOS EL MISMO DÍA

 

   El primer día me habló con la intención de venir a casa. La invité y los silencios se pegaban a nuestros pasos reemplazados con whisky y el sonido del hielo. Pasó una semana, es hipocondríaca, no había explicación que bajara los niveles de su histeria. Ella los alentaba leyendo las noticias, cerraba la compu cuando me escuchaba bajar las escaleras.

   —Hoy cocino yo, una sopa liviana y compré una baguette.

   Vi su reflejo en el espejo, el nervio del ojo derecho le temblaba, no lo podía controlar, se caló los anteojos negrísimos, se pintó la boca y empezó a cocinar. Sopa de letras, las letras estaban crudas.

   —Vos me diste el caldo que hacíamos cuando éramos chicas. Le agregábamos pan. Jugábamos a la casita en la bohardilla.

   Se le cayó la charola.

   —Te prohíbo que digas jugar, ahora no es un juego, es ahora.

   No exagera, no le puedo decir “no exageres”. Tiene la cara tan joven, la han operado muy bien, somos iguales, siempre fuimos parecidas. Nunca nos casamos ni tuvimos hijos. Ella es Anestesista y yo también. Nuestra ideología fue aceptar la vejez, yo sé que es estúpido, pero hicimos un pacto. No nos fallamos a nosotras, fallamos al pacto. A las dos nos gustaba la sopa de letras, las baguettes y el cirujano que nos operó. Ninguna quiso y redujo el trámite, que él no lo propusiera a ninguna.

   Me miro en el espejo, me late el ojo izquierdo, la mesa donde tomamos la sopa tiene una sola charola. Miro enfrente y ella no está. Nunca estuvo. Tapo el espejo con el mantel, no soporto estar sola.

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