Se tragó la
baliza y casi pisa un cana, la baliza no brillaba y el cana camuflado, parecía
un seto.
—Dale, bajá,
pendejo.
Le dijo que
tenía treinta y tres años.
—Ah, entonces
sos un viejo choto, entrá a la Comisaría, nosotros te revisamo el auto.
Le quitaron
hasta las puertas y revolearon las alfombras al aire, encontraron un bolsito
con la plata del alquiler, más el regalo de su cumpleaños.
—No mirés,
viejo, para nosotros, esta guita es un vuelto.
Él les explicó
que si no pagaba el alquiler, quedaba en la calle, por eso estaban juntos los
dos meses, por la deuda y el castigo.
—A nosotros no
nos contés nada. Vamo a ver si tuviste Antecedentes o si tenés o tendrás.
Tenemo una Macotoch que te avisa. Sacate los cordone de los timbo, el cinto y
el alicate. Miralo vo al tipo, tiene todo importado.
Les iba a decir
que sus clientes solían pagarle con ropa, pero entenderían con el orto, como
canas que eran. Lo empujaron a un cuadrado de cemento, sin ventana y con una
puerta chica de rejas.
Entró un
grandote:
—Ponete en bolas
y te reviso, abrí el culo para ver si hay droga.
Pidió llamar a
un Abogado:
—No jodá, viejo,
acá no damo derecho ni a llamar a Dio, ¿cataste? Además hubo resistencia a la
autoridá, es grave.
Mientras el
grandote le mentía, el resto se reía. Apareció la Policía Federal, tres móviles
y el cagaso de los Locales.
Un Federal, más
humano, si es que hay algo humano entre tanta bestia:
—Llamá a quien
quieras, pibe, un sólo llamado.
Se comunicó con
un amigo Custodio armado, de la
Gobernación, éste hizo correr la noticia, otro amigo, de dos metros de altura,
campeón de box, subió a toda la barra, incluído el dueño de un gimnasio y la
novia que era campeona de box amateur femenino. Dijo el Puma:
—Eh, ché,
paremos un poco, que no vamos a la guerra.
Cuando ellos
iban, él venía, no le sacaron un mango, rearmaron el auto y le metieron los
bolsos. El Federal casi bueno, escuchó murmurar a los canas contando la guita.
—Guarda el hilo,
ahí que no falte un mango.
Le extendió al
pibe la billetera completa.
Estuvo siete
horas detenido sin motivo. Una pavada que se la hicieron. Entró al departamento
y estaban sus amigos, les pidió que se fueran, que al día siguiente…
El gimnasio de
la esquina estaba abierto, descargó su odio en las bolsas, todos los punching
ball y hasta el dueño la ligó. Conocía la historia, tenía el cuerpo entero
tatuado por él, gratis. Lo llevó hasta el departamento, le sirvió un vaso
grande de agua:
—Tomá esto junto
con un rivotril.
El pibe se
desmayó en la cama, él le acomodó el cobertor y se fue.
—Pensar que
tiene la edad de mi hijo.
Cerró con bronca
el ascensor.

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