viernes, 29 de abril de 2022

LA PIEZA

 

   Tiene micrófonos GSM en toda su casa, ropas, el auto, en una prótesis definitiva de sus muelas.

   Micrófonos de tamaño media hormiga, inodoros, incoloros e insípidos. Forman parte de Raquel, antes que la dejara su marido, Asesor de Economías Latinoamericanas. Informante buchón. Su mujer, cuando preguntó a Rocho en qué trabajaba, escuchó una sola palabra:

   —Negocios.

   Le besó la frente y el motor ya prendido, tenía un conductor que le abrió la puerta. Personal de limpieza le fueron prohibidos por su marido. Raquel limpiaba en tiempos récord, contaba con elementos de última generación. Pulsar botones, o sólo pasar la mano para las funciones necesarias. Rocho no quería jardinero, no quería visitas, no quería teléfonos, nada que tuviera conexión humana. Ella se preguntaba si la ausencia de contactos maritales, eran para no conectarse. Sólo le permitía escribir. Dejó la Facultad, amigos, parientes y todo lo que fuera hablar con alguien.

   Rocho llegaba a la casa, le tiraba un beso y se encerraba en el escritorio. Ella llegó a olvidar cómo era antes de conocer a Rocho. Escribiendo, viajaba a donde más le gustara, lugares con desplazamientos armados, tomaba el cuerpo de algún soldado, que harto de matar, buscó cambiar de identidad y ella lo trasladó a cuando era chico y jugaba a las bolitas. Lo hizo ganar siempre. Se llamaba Modesto, otro que se le escapó del cuento y le enseñó a trepar a los árboles, a ella, que se perdió en el bosque.

   No supo volver y se durmió sobre el cuaderno. El primer rayo de sol le dio en el ojo derecho, miró al costado, una carta decía: “Raquel, te dejo, leí tu cuaderno, tiene micrófonos GSM, te escucharon de Washingotn DC, se suspendió la Conferencia, les resultó conmovedor que me hubiera casado con una tonta.”

   Uno dijo:

   —Las mujeres tontas, saben cosas que desconocemos, con una apretadita, larga todo. Y quién nos dice, encontramos la pieza que nos faltaba.

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