Tengo un dolor
que se traslada, el cuerpo tiene algo que me piensa como una autopista, choca
con mi tobillo y se duerme un rato, luego me libera y se instala en la rodilla.
Me abandona y puedo dormir quince minutos, hasta que me despierta con un choque
múltiple en las ingles. Durante el sueño nocturno, él me ataca la otra pierna.
Un día no me
dejó ni leer, se abrazaba a mis músculos en las cabezas de fémures, tanto que
impidió sentarme, pedí socorro y nadie me escuchó, caí acostada en la alfombra.
A mi lado había un cutter, lo tomé con decisión y corté en todos los lugares
que me dolían, porque seguía su desplazamiento.
Había algunos
tajos que profundicé más y más. Me quedé sin fuerzas, miré de costado y la
sangre hacía caminos con afluentes, me dio pena la alfombra sucia de sangre,
pero por suerte mañana viene Dionisia,
la señora que limpia, ya no la puedo esperar, siento que me voy y el
dolor quiere llevarme con él.
Pobre Dionisia,
por suerte tiene llave.

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