Mami dice que
cuando nací pensó que me habían cambiado, no me parecía a nadie. Considera que
soy inútil para todo servicio. Tengo nombre, pero para mami soy che. Che
estudiá, che alcanzame. Che lavate las manos. Cuando vienen visitas me llama
hija esto o hijita lo otro. Delante de sus amigas cuenta que soy inteligente,
buena, obediente y estudiosa, una bendición de dios. En privado, se toma la
cabeza y dice que soy una maldición de dios. Así comprendí que dios es
contradictorio.
Compró un sillón
mullido siesta, para el escritorio de papá. Cuando me quise sentar, ambos me
tomaron de las orejas para gritar que ni se me ocurra, con esos vaqueros tan
sospechosos como mi higiene personal. En eso les doy un poco la razón. Mami
también compró la banqueta más incómoda que encontró, para la Secretaria de
papá.
El otro día
entré con sigilo al escritorio, salí de la escuela tres horas antes. La
Secretaria estaba tirada en el sillón nuevo, con ambas piernas en alto y papá
sobre ella, tal vez probando el sillón. Cuando llegó mami de jugar al bridge,
su única ocupación además de la canasta, le conté que papá y su Secretaria
dedicaron ese día a probar el sillón nuevo, haciendo cabriolas de toda índole.
Agregué que estaban sin ropas, tal vez para cuidar el tapizado.
No me explico
las razones, pero se divorciaron, no sin antes romper toda la vajilla y demás
enseres, a saber, el sillón nuevo rasgado con un cuchillo grande, junto con los
colchones, el mío inclusive. Mami tenía mucha fuerza, le rompió cuatro
costillas a la Secretaria y le partió una pierna, con el atizador de la
salamandra. Mami se fue a Europa con su mejor amiga y papá se casó de inmediato
con la Secretaria.
Ninguno quiso quedarse conmigo.

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