La recepción del
Hijo pródigo, del Embajador de Japón en Inglaterra, con gente noble importada,
porque acá no hay nobles. Princesas con vestidos transparentes. Megan llegó del
brazo del Príncipe, tenía rastas que llegaban hasta donde le alcanzó el pelo,
un conjunto Caro Cuore, con una capa apolillada, prendida con un alfiler de
gancho en el cuello, calzaba unas Topper sin cordones.
—Aquí tenemos
presente al Rey del Cello, Yo-Yo Ma.
El japonés
entornó los ojos. No quiso comer ni tomar alcohol, lo único que le importaba
era tocar su instrumento:
—Si Megan se
queda en bombacha y corpiño, la inspiración llegará en mi instrumento con mis
propios deseos, que Megan se ponga a mis espaldas y siga mis movimientos.
Al Príncipe no
le gustó nada, pero como Príncipe que era, se quedó en su butaca. Yo-Yo Ma tocó
como un ángel, fue entonces cuando Megan se quitó la microbombacha, para que el
Músico tocara con la Corona puesta. Él no perdió tiempo y le arrancó el
corpiño. La gente aplaudía de pie. El Músico cambió acordes y su arco se puso
rígido. Yo-Yo Ma saludó una vez y se metió detrás del telón. Quedaron afuera
los pies de Yo-Yo Ma y los pies de Megan, que tenían una apertura importante.
Al Príncipe le
empezaron a crecer en la frente, dos cuernos. La gente aplaudía, pidiendo:
—¡Otra!

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