Busqué un lugar
de difícil acceso, mitad pantanos, mitad bosques, estáticos, cubiertos de
humedad, cayendo de sus ramas como sauces lacios. Construí una casa con formato
de iglú, ventanas caprichosas, estudiando las entradas del sol para poder
asomar mi viejo telescopio, algunas noches estrelladas.
Me pensé solo,
hasta que descubrí una pareja de chinos que pasaron con sigilo, medían un metro
y medio e inclinaron sus cabezas.
—Yo, Chin Tien,
esposa, Yo-Yo.
Me presenté:
—Soy Uber y me
asombra que alguien más viva en este lugar inhóspito, los invito con un té
verde de sus tierras.
—Sí ─aceptaron y
se rieron de mi puerta redonda.
Había que bajar
dos escalones, el living era un hexágono, con pisos cubiertos de pieles de
oveja y almohadones antiguos. Yo-Yo se enamoró del fogón, salió con sus piernas
cortas y ligeras, trajo un juego de té artesanal, con tal rapidez, que me
contaron que ellos vivían a unos metros de mi casa, sólo que su vivienda era
casi debajo de la tierra, también realizaron un proyecto propio.
Me sugirieron
rodear mi predio con un cerco de cañas, que filtrara el aire y era acorde con
el paisaje. Ambos me ayudaron, aprendí lo que es trabajar como un chino. Los
tres éramos orfebres, ellos quitaron lo tosco de mis trabajos y me enseñaron el
fundamento de la paciencia, para hacer cada pieza.
Yo-yo y Chin
Tien, tenían una hija encargada de vender lo que producíamos en lugares
ignotos. Cuando regresaba traía dos conteiners, uno con víveres para un mes y
otro con elementos de orfebrería, alambres de oro y plata, piedras preciosas,
perlas salvajes, rarezas de coral y
marfil. También moldes del Siglo XIV. Todos hacíamos trabajos a la cera
perdida.
La hija de mis
amigos-socios, tenía el color de la luna, ojos alargados con brillos de noctilucas
y hablaba cinco idiomas.
Una noche de
frío cerrado, golpearon a mi puerta y era Toko, la hija de Chin Tien:
—Me dijeron mis
padres que durmiera con vos.
—Pero tengo una
sola cama, Toko.
Ella me miró con
gusto:
—Tanto mejor,
dormimos juntos y el calor se multiplica, mis padres hacen así.
Toko partía al
día siguiente y me invitó a recorrer zonas que no figuran en el mapa. Éramos
íntimos amigos, tiempo después fuimos más íntimos que amigos.
Para un
argentino, una china es un premio.
Para una china, un argentino, no sé qué decir. Tsai Tsien.

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