Cuando por el
reflejo del espejo, Cristóbal riega los mismos malvones rojos y apretados, es
la imagen diluída de su padre.
—Papá tenía ojos
de nostalgia, cuando se ocupaba de las macetas, Uds hablaban y fumaban, no se
podían ver ni los contornos del mate, pero nos reíamos a lo bestia, bueno Uds
se reían, yo no entendía. De mis hermanas, no les voy a decir, pero chusmeaban
en voz baja.
—¿Viste cómo
están vestidos? Ellas tienen esas polleras largas y las zapatillas blancas, sucias.
Otra comentaba: —Y
el pelo tan largo, de Pipi y Juan, a mí me gustan, parecen de circo.
—Papá se cansaba
o le daba tristeza, pensaría en su viejo, solo, en Berisso. Salía al patio
encorvado y regaba los malvones. Me parece que había alguna lágrima, yo daba
vuelta la cabeza, no lo quería triste. Jugaban al tute, nosotros hacíamos los
deberes en la otra punta de la cocina.
Se hizo un silencio
de fantasmas. —Tu Padre era nuestro mejor amigo, un trabajador y nosotros unos
vagos mantenidos. Después empezamos con las artesanías y tu Papá se puso
contento, nos largaba que siguiéramos estudiando y después nos rogaba que no
nos politizáramos. Me acuerdo cuando se cayeron los vidrios de la cocina, una
bomba fue, había una Unidad Básica, acá a la vuelta. Un lío para explicarles a
Uds.
—Y nosotros para
entender, que era una guerra, pero no era.
Se produjo otro
silencio, pero de ángeles y salió al patio encorvado como su padre, se armó un
fino, lo quemó en solitario.
Es igual, se
llama Cristóbal como nuestro amigo. Riega los mismos malvones y da una seca.
Nos vamos temprano. El domingo viene, es el Día del Padre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario