jueves, 28 de diciembre de 2017

NO TIENE NOMBRE


   Mis cuentos no tienen la dignidad de los autores que resuelven la situación x, sin decir. Es un desafío, las palabras atropellan mi birome y salen en dulce montón, trato de rescatar el nudo pero las palabras ya están ahí, barroquizando aquello menudo que quise y no pude. Voy a sacar esta música, tal vez las notas se mezclan con mi inconsciente. El resultado fatal es no encontrar el pentagrama del cuento. 
   Sigo escribiendo, hay palabras que la birome no me permite. Debo ir a defensa del consumidor. Ellos no pueden hacer nada, soy derivado a las oficinas de Internet. No está en sus manos, hay un millón de hackers suprimiendo palabras que afectan al gobierno. Explico que escribo a mano, en cuadernos rayados, no pueden suprimir esa libertad ni la de la birome. Hay instalados ojos térmicos en los escritorios de escritores.
   El que me atendió dijo, que pase el siguiente. Miro una puerta que dice “Director de Malos Entendidos” golpeo, me presento, preguntan mi nombre completo, dirección, número de teléfono, documentos. Con estruendo salen de la impresora sesenta multas por el uso tendencioso en mis relatos. Debo al estado ochenta mil pesos. Se paga cash o se embargan bienes personales. Sale un patovica que me sostiene del brazo, encuentra mi casa y me arroja en el zaguán. No hice cuentas, sería en vano, ni pidiendo a mi abuela alcanza para cancelar las deudas.
   Riiing, teléfono: una voz, de memoria, propone que si me avengo a trasladar dos valijas a Salta, dejarían sin efecto el castigo, se hizo un espacio y la voz de memoria pregunta ¿Sí o No? Contesto No. Camino por la calle con cuaderno y birome. Pasa un auto y destinan tres balas a mi estómago. Hay peatones que van y vienen, pido auxilio sin poder emitir sonido, la gente sigue  su camino. Todos evitan pisar mi charco rojo.
                                                            

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