domingo, 3 de diciembre de 2017

OTRO MUNDO


   Mi bisabuelo, José Baltar, hizo estudios completos sobre la sumersión de naves. Hacía poco tiempo del hundimiento del Titanic. Toda mi flia estaba en la Marina, Marina Mercante, Marina de Guerra, Marina de Marina y marinero raso. Sus espíritus se unieron, para crear el primer submarino de cuatro hélices, con residuos que encontraron del Titanic.
   Los más jóvenes, bucearon las costas de China y Tailandia. Hallaron bloques de hierro, brújulas del siglo anterior y piezas de orfebrería que daban cuenta de prácticas submarinistas, que por razones desconocidas quedaron atrapadas en fondos imposibles de acceder. Se reunieron en un inmenso portazepelines y cubrieron la superficie con elementos que consideraron útiles para construir aquél sueño. Era de Dios cómo encastraban las piezas de diferentes épocas.
   Tardaron ocho años y el Submarino, pintado de amarillo listo para sumergirse en mares previstos. “José Baltar” se llamó la nave en honor al bisabuelo que cumplió su sueño. Los pasajeros pertenecían a la flia, hombres, mujeres y niños. La cabina, ocupada por los más avezados que, se encargarían de la conducción.
   Se produjo la inmersión. Todos miraban por las ventanillas admirando que debajo del mundo había otro mundo, con tanta agua que prescindía del oxígeno. Se observaban pulpos besando las ventanas,  ballenas generosas que dejaban entrar al submarino por la boca y salir por detrás. Tanta algarabía distrajo a tripulantes y pasajeros de una turbulencia, que los incrustó en el fondo de todos los océanos. Quedaron con vida dos niños con equipos de buzos, de hierro y pulmones privilegiados.
   No podían hablar, fue traumático, a pesar de los años transcurridos, los ya adultos sobrevivientes, callan olvidados del mundo que existe debajo de éste y otros por descubrir.
                                                                             

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