domingo, 28 de noviembre de 2021

PARA CREAR

 

   Escuché el arranque de la heladera, abrí los ojos, corrí hacia ella y la desenchufé. Volví a dormir, oí los pasos de Dolores, mi Mujer, que la enchufó nuevamente. Qué ruido hacen los zapatos de Dolores cuando camina y encima volvió a enchufar la heladera, dos sonidos que me dejaron molesto.

   —Mujer, necesito silencio absoluto. Si no, voy a quedar sordo. Sacate los zapatos y acostúmbrate a andar descalza. Estamos en invierno, no se necesitan productos fríos, dejala con el motor detenido y la puerta abierta.

   —Honorato, si me quito los zapatos me congelo y en cuanto a…

   —No hables, rompés el silencio, te pongo una cinta de embalar en la boca. Es un placer para mí que no vuele ni una mosca y si vuela le recorto las alas.

  Mis hijos van a un colegio de pupilos. El fin de semana lo pasan con los vecinos, que por suerte son mudos. Mandé a toda mi familia de vacaciones. Quedó la casa en silencio, empecé a escribir, las ideas me venían, elegí una y cuando tomé mi lapicera y la clásica página en blanco, era testigo, algo me molestó. Tic-tac-tic-tac, era el reloj antiguo de mi Mujer. Me crispó, rompió mi silencio. Le puse pegamento en la agujas y lo acosté boca abajo. Por las dudas salté en su superficie y quedó planchado como una alfombra.

   Escucho la voz más odiada, la voz de Dolores:

   —Sos un sádico, mirá cómo me dejó la boca la cinta de embalar.

   Yo la miré, le faltaban los labios, llenos de querezas infectadas, por comer con la cinta puesta. Después de contar lo que le había pasado, para asegurarme la llevé a la cocina y le corté la lengua. Por el dolor, llamé al Médico, mi Mujer se ahogaba en su propia sangre, cuando quedó blanca, semi muerta, le agradecí su silencio y me dispuse a escribir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario