─Lo conseguí en Mercado Libre, mi
descubrimiento se lo debo a la revista Elle. Se trata de una especie de
inflador invisible con varios catéteres que se introducen bajo la piel llegando
a las zonas que quisiéramos voluminizar o algún tipo de aplanamiento. Es difícil
de explicar por la cantidad de funciones que cumple.
─Ya que tocaste el tema, vos tenés
cincuenta, ¿no? Hoy por la mañana te miré y parecías de veinte, después de
lavarme la cara y sacarme las lagañas de los ojos. ¡Sí!, tenías veinte años, la
piel de una niña tus ojeras desaparecieron, tus pómulos como eran antes, altos
y redondeados. El código de barras sobre el labio superior, ya no estaba, igual
que las arrugas del estreñimiento.
Mientras me describía, sus manos se
desplazaban con cada descubrimiento, no podía creer la perfección de mis tetas,
la altivez y dureza del culo. La vagina virginal, intocada, mis piernas largas
lo demolieron. Hacía quince años que vivíamos juntos, ese día faltó a su
trabajo e hizo estragos en todo mi cuerpo.
Hacía tanto tiempo que no jugábamos a eso,
lo imaginé de antemano, por eso le puse en el café cinco pastillas de Viagra.
Él siguió tan viejo como de sesenta, pero su miembro salía de un agujero y se
metía en otro. En un momento me mordió las tetas y todo mi cuerpo volvió a los
cincuenta.
El rejuvenecedor quedó sin pilas, en el
Mercado Libre me dijeron que ahora no se entregaban más pilas. Hubo un
entrevero con los Cirujanos estéticos, habían disminuido los requerimientos de
pacientes.
El Jefe le preguntó con cara adusta y
peinado hitleriano, ¿por qué el día anterior había faltado sin aviso y ni
permiso? Él le contestó:
─Cojí durante todo el día con mi Mujer.
─Lo compadezco, porque cojer con esa Mujer,
que es un bagallo irrecuperable, es un bochorno para usted y patético para el
resto de sus compañeros que se hayan enterado.

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