Dijí mal, no soy yo el que está sobrando,
salí perdiendo, me quedé sin casa. Toqué el timbre en lo de mi Abuela, le conté
que Papi me mandó a vivir con ella. Me dijo:
─Mirá, niño lindo y bueno, no estoy en
condiciones de recibirte, tengo artritis, artrosis, sifosis, escoliosis, apenas
pude abrir la puerta. No puedo tenerte ni aunque quisiera.
Se hacía de noche y encontré una ocheva, no,
ochava, creo que se dice así. Tenía un techito como para sentarme, no me mojó
la lluvia que caía. Pasó un Policía y me preguntó si no quería el resto de la
pizza que había sobrado en la Comisaría.
Tenía tanto hambre que comí hasta un pedazo
del cartón que tenía queso pegado. Como esta vez me fui para siempre, me llevé
mi bolsa de dormir. Con la panza llena pude dormir. Soñé que Papi y Mami me
querían, mirábamos una peli HBO y yo estaba en el medio de ellos dos que me
daban besos en los cachetes. Me desperté llorando, después me acordé que los
hombres no lloran, yo soy niño, pero tengo que disfrazarme de hombre para
conseguir un trabajo. Mi amigo de al lado me dijo que me daba la bicicleta para
hacer mandados. A todos los lugares que fui a pedir trabajo, se rieron de mí y
me regalaban un caramelo o una moneda de un peso. Yo les contaba que era
huérfano de nacimiento.
─¿No tenés Padres?
─Alguna vez tuve Papi y Mami, pero estoy
seguro que se murieron, porque no los vi más.
─¿Y qué pensás hacer?
─No sé, me lo enseñaron en la Escuela,
alguien famoso de la época de antes dijo: Sólo sé que no sé nada. Y me parece
que es una verdad verdadera.

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