lunes, 1 de noviembre de 2021

POSITIVO

 

   Siempre me mira con ojos que ya saben. Me quito el corpiño y las tetas de cabra me llegan hasta las ingles, a mí me molesta pero no le digo. La enorme bombacha cae hasta los pies, pobre culo, alguna vez te han usado y ahora son dos globos desinflados. Me sigue mirando con la indiferencia del pasado. Yo no le digo nada, hace mucho tiempo que sabe, que ya no pasa. Y no es con él, ni nunca fue. Igual me mira, el gesto eterno de amargura, de odio, sin ningún arrepentimiento.

   Le grito que se tape la cara, no soporto más esa contemplación de perro castigado. Da la vuelta y me mira por el espejo. Quito el maquillaje grotesco para saber dónde están mis ojos, se juntan con las ojeras operadas, tarde y en vano. Una piel bajo otra piel y las papadas superpuestas. El resto es papel crepe. A él no lo miro nunca, ni cuando era joven.

   Tengo el recuerdo del otro, lo pienso todos los días. Me trataba bien al principio, no estaba enamorado, fue puro sexo, pero del bueno y después nada. Doloroso el nada. El único, el principal. Hace cincuenta años que estamos juntos y me sigue mirando. El deterioro de la traidora, lo disfruta, lo acompaña.

   Salgo a regar las plantas, canto desafinado sin alegría, lavo alguna ropa y me distrae. Abre la puerta del dormitorio y me grita:

   ─Ya tenés cama, salió positivo, te van a venir a buscar.

   Parece contento el desgraciado, pero no puede dejar de mirarme. 

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