Para que
respeten tu entrada merecida al cajero, dejate el pelo entrecano, el tipo que
sale te verá encorvada, no le pongas botox a tus arrugas, es un gasto al pedo.
Si sos vieja, se nota, asumilo, te abrirá la pesada puerta, él estaba adentro,
vos afuera, le correspondía salir a él, sin embargo, la nostalgia de su Abuela
y tu triste figura, al vos decir “Gracias”, él dice:
—De nada, por
favor, Señora.
Entrá, hacé tu
teclado, sacás la mosca que te dejen y alguien, como el Sr anterior, abrirá la
pesada puerta para tu salida. No le agradezcas, ya lo hiciste con el otro tipo,
tampoco prostituir tus gentilezas. Te vas contenta, podrás pagar tus cuentas.
Sos una gil
¿cómo tu contento se basará en tu desgracia? Vas a escuchar pasos vertiginosos
y te van a tomar por culo, se quedará con la cartera bichoca y afanará tu
dinerillo. La cartera te la tira al cordón cuneta, con agua negra del centro.
Sucede lo que pasa, mujer y ahora te robaron a vos. Quita tu chalina de hacerte
la rica y piantá al café.
Te sentás
cerquita de una vieja concheta y distraída. Mientras ella habla con el gordo de
la mesa de atrás, le apoyás la chalina en su carterita, puesta como si no
importara. Levantate como si tus ganas de mear te apremiaran, agarrá tu chalina
con la carterita de cocodrilo como si la abrigaras. No te apures, caminá
despacio. La pituca habla con el gordo, para ver si lo levanta. No fue una
putada lo que hiciste, ejerciste tu derecho de buena ciudadana: robás lo que te
robaron.
Y ahora sí,
entra al café de target más alto. Pedite un desayuno americano, al mozo ni lo
mires, te atenderá mejor. Cuando vuelvas a tu casa, acordate que el bulín es el
número cuarenta. El último. Entrá, boluda, si es tu casa, tu guarida mejor
dicho. Sacate la peluca y el maquillaje, el vestido colgalo de la percha, donde
tenés la campera. No te olvides la remera blanca y los jeans, mírate en el
espejo, estás buenísimo, el pelo a la cachetada y prolija la nuca. Te faltan
las zapatillas, más yanquis que Trump. Fundamental, el relleno braguetero, te
otorga autoridad.
Tomate un tacho,
a la Novena, el Oficial te espera, decile al tachero que se esfume, hay
quilombo, te ahorrás pagarle. Al Oficial mostrale la guita que venís afanando
en la semana, el tipo tiene códigos, pone la mitad en tu bolsillo y te dice:
—Ché pibe, tenés
que aprender a ir por más. Cuidate, pensá que sos mi potro. No le des el culo a
nadie. Lo compré con intereses, si nos casamos o no, después vemos.

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