domingo, 12 de febrero de 2023

SUBTERRÁNEO

 

   La vi parada ahí, como los Beatles en nuestros ayeres. Cuando la descubrí en el Subte descarrilado, en medio de gritos, confusiones, tragedias, a un paso de ella, huérfana, como antes era un aura. La rodeaban sus propios brazos y piernas, teniendo la mano arrastrando un viejo, un chico en la mochila, todos sus esfuerzos tomados por enfermeros socorristas que preguntaban:

   —¿Son sus parientes?

   Y ella decía que no, con la dificultad de callar que todos éramos parientes cuando el desastre se abalanza. Quedé paralizado al final de la escalera, la tomé del brazo, sentí en ella un borde desmayado.

   Caímos en un Bar y las sillas, nuestro primer descanso, el de ella fue el silencio. La contradicción estaba puesta en mi entusiasmo inmediato a la tragedia. La quise recuperar, como en otro tiempo decidimos perdernos de nosotros. Nunca tuve una relación de pensamientos coincidentes, donde las ideas se nos adelantaran y quererlas como a hijos, cuidando que crezcan juntas.

   Y se amaron nuestras mentes y luego nuestros cuerpos. Ella tomó cuenta de mi mirada y como se dice de los que van a morir, sus ojos pasaron por mis traiciones, perdonadas con nobleza y reiteradas con cinismo.

   Se levantó entera y mientras daba su primer paso, remitió un merecido y salvaje:

   —Esto, es lo último.

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