Los cadáveres quedaron
enganchados en la quilla, vinieron de Prefectura, para hacer la autopsia
correspondiente.
—Vos hacé el
trabajo de la mujer, yo me encargo del hombre.
El compañero
notó que a pesar de estar cianótico, la herida de punta a punta era superficial,
se asustó porque el corazón latía, era esporádica su función, pero latía de vez
en cuando.
Llamó a su
compañero, que estaba lleno de asombro, la herida de la espalda no había
atravesado ningún órgano vital y el corazón de ella también latía, pero más acelerado.
Trasladaron de la morgue, los dos cadáveres a una pieza de temperatura
ambiente, salía agua de ambos, pero era hielo derretido. Con mucha habilidad
suturaron la herida del hombre y luego la de ella.
Los Médicos
estaban blancos de miedo, pero les hicieron respiración boca a boca a los dos.
Saltaron casi hasta el techo por la resucitación. Salieron mojarritas, un pez
espada y pulpos recién nacidos. Cuando los Doctores combatieron aquel shock, el
de buen humor dijo:
—Mirá qué
cazuela se puede hacer con lo que escupen estos…estos…no sé cómo llamarlos,
“los muertos vivos”, hay una película, creo.
—Necesitan los
dos, tranfusiones de sangre inmediata, llamá al equipo de guardia, aquí se
precisa ayuda urgente.
Quedaron los dos
conectados a máscaras de oxígeno, a suero y a la transfusión de sangre, que era
lenta, pero fueron tomando color sus semblantes. Estuvieron inconscientes la
semana siguiente. Los Médicos pensaron que de ésa no volverían. El día número
uno, de la semana siguiente, movieron los dedos, abrieron los ojos y tenían
tono muscular en todo el cuerpo, los corazones latían perfectos.
Fueron
desconectados de las ayudas externas y por casualidad se vieron el uno al otro,
se hablaron áspero por los tubos que les pusieron, sentían las gargantas
raspadas. Deliraban, recuperaban de a poco pedazos de realidad y otras las
olvidaron. Cuando les dieron el alta para viajar a Jordania, una Enfermera los
detuvo:
—Me parece que
se olvidan algo muy importante.
Lo depositaron
en brazos de ella.
—¿A vos qué te
parece? ¿Qué hacemos con el bebé?
Él estaba
entregado acariciando la cabecita.
—Por lo poco que
recuerdo, éste es nuestro hijo, vamos a cuidarlo y amarlo aunque no sepamos
nada, este bebé es de nosotros, por siempre. Es un regalo del cielo, tapa el
infierno, que ni recordamos por qué.

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