Quiero dormir
hasta que el sol me dé en la espalda, que me traigan el café a la cama. Llenar
mi baño de espuma blanca y salir hecha un pompón.
Ponerme un
camisón de mi Abuela, amplio, cómodo y de puro gossypium. Tocar el timbre al
Vecino, es un papucho que está buenísimo. Pedirle que me seque todo el cuerpo y
después un lentito, que lo invito yo, soy su regalo. No una mina que está de
regalo, hace lo que quiere conmigo, hasta me lee libros de autores
desconocidos, como son los mejores Autores.
Le pregunté:
—¿No querés
venir a mi casa?
Él me contestó:
—Por mí
encantado, pero estoy casado. En este momento está durmiendo, no te preocupes,
a ella no le importa lo que yo haga, a mí sí me importaba.
Dejó mi boca tan
bien besada, quedó hinchada como si tuviera botox. Pasó el tiempo, se me
carrujó la cara. Las tetas me llegaban a la cintura y el culo inexistente
pesaba en los tobillos.
Fui a tocar el
timbre al Vecino, con el mismo camisón de aquella vez.
—¿Me puede hacer
el favor de secarme?, no llego a la espalda y menos a los pies.
Él me secó con
caricias de tohalla fina.
—¿No quiere
venir a mi casa?, me divorcié. Tengo una cama libre, sólo para usted.
Aquella noche me
sorprendió, fue igual a la primera. Me dio mucha vergüenza después de aquel
lentito. Estaba vieja, cuando se pone la piel blandita.
—¡Qué bien lo
pasamos anoche! Me retrotrajo a la primera. Quiero que se quede a vivir
conmigo. Le prometo no molestarla nunca más y juro leerle los libros que más le
gustan, escuchar músicas tranquilas, para mirar el jardín. Usted me hizo feliz
dos veces. La seguí pensando con belleza, nunca estuve con una mujer, tan
entregada a la entrega.

No hay comentarios:
Publicar un comentario