Están de moda
las monarquías, Reinas, Reyes, Príncipes, Princesas, amantes de todos. Han
bajado un poco, sólo un poco al pueblo de las clases medias corruptas,
disfrazados de nuevos ricos, con títulos de nobleza, futbolistas, conductores
gritones de programas bizarros.
Hubo: 1° en la
terminal de Tandil, se amucharon las personas en situación de calle, había poco
diario y se envolvían en frazadas, tan finitas que un diario habría abrigado
más.
Cinco llamados
al municipio, para que “haga algo”, justo eso que es lo menos, casi nada,
diría, saben hacer. Ningún rico aspirante a rey, se acercó a la hipotermia que
pudo matar. Los únicos que movieron fueron los de esas religiones raras,
evangelistas, rechazo de muchos. Aparecieron con ollas de comida, los abrigos
que pudieron y estuvieron a su lado. No escribo más porque salió en los diarios
locales.
De 140.000
habitantes, sólo se supo de cuatro en la terminal, hasta que los echaron.
Cuatro personas, cuatro. La gente se volvió endogámica fanática, llegaron a
retorcerse tanto que mordieron sus propias colas y no había suero antiofídico
porque hospitales, farmacias y droguerías adhirieron a una huelga de veinte
años. ¿Y el Intredente y sus Conejos Delirantes? Los cincuenta mil entre
soldados, vigilantes, azulitos, naranjitas y: “Nueve años tengo y quiero ser
cana”.
Decime,
Intredente con esa cara de pelotudo que tenés: ¿no podés hacer nada? Entonces
andate, abandonen ese municipio de mal gusto y algunos pobres entrarán bajo
techo, tienen también la catedral, donde concurren los hipócritas. Es un buen
espacio cubierto. Allí hay mucho lugar. Algo es algo. Les pido a las buenas
personas de Tandil, que puedan, hagan
algo, algo más que mirar la pelotita.
Tandil, ¿me avisás, cuando sepas la razón de tu existencia?

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