viernes, 17 de noviembre de 2017

1973-1983

  
   Me dejó cuando faltaban cuatro días para el “Día del Padre”. Hacía tiempo que quería conocer Morón, ni una nota, ni un adiós, no la vi más.
   Al cumplirse una década de su ausencia, hizo su aparición en Atacama, alquilé un taxivión hasta allí y se había esfumado también. Hice un recorrido por donde suponía que la encontraría. Llegué a Bahía Esperanza y la vi. Flaca, con la misma ropa que se fue, de su mano había un niño de unos cuatro años.
   Ella dijo: —Ahora sí puedo volver a casa, quiero que la familia sepa que sos el abuelo de este querubín celestial.
   Cuando pasé del asombro a la curiosidad los abracé a los dos, el niño sonreía, mientras me decía al oído que tanto abrazo lo dejaba sin aire.
   Quise que mi hija echara claridad a tan negra ausencia. Tomamos el Vapor de la Carrera, tenía a mi nieto dormido en mi regazo. —Papá, fueron tiempos en que si no cambiaba domicilio, a cada rato, ahora no tendrías una hija viva.
   Yo había presentado recursos de amparo, hasta que me di cuenta que los recursos no tenían recursos y los amparos no amparaban.
   El niño miró el río, la costa, los árboles, no dijo nada, miraba todo con ojos nuevos y se me piantó un lagrimón.
   Faltaban cuatro días, para el “Día del Padre”.   
                                              

No hay comentarios:

Publicar un comentario