miércoles, 8 de noviembre de 2017

XIE XIE


   Busqué un lugar de difícil acceso, mitad pantanos, mitad bosques, estáticos, cubiertos de humedad, cayendo de sus ramas como sauces lacios. Construí una casa con formato de iglú, ventanas caprichosas, estudiando las entradas del sol para poder asomar mi viejo telescopio, algunas noches estrelladas.
   Me pensé solo, hasta que descubrí una pareja de chinos que pasaron con sigilo, medían un metro y medio e inclinaron sus cabezas.
   —Yo, Chin Tien, esposa, Yo-Yo.
   Me presenté: —Soy Uber y me asombra que alguien más viva en este lugar inhóspito, los invito con un té verde de sus tierras.
   —Sí.-Aceptaron y se rieron de mi puerta redonda-.
   Había que bajar dos escalones, el living era un hexágono, con pisos cubiertos de pieles de oveja y almohadones antiguos. Yo-Yo se enamoró del fogón, salió con sus piernas cortas y ligeras, trajo un juego de té artesanal, con tal rapidez, que me contaron que ellos vivían a unos metros de mi casa, sólo que su vivienda era casi debajo de la tierra, también realizaron un proyecto propio.
   Me sugirieron rodear mi predio con un cerco de cañas, que filtrara el aire y era acorde con el paisaje. Ambos me ayudaron, aprendí lo que es trabajar como un chino. Los tres éramos orfebres, ellos quitaron lo tosco de mis trabajos y me enseñaron el fundamento de la paciencia, para hacer cada pieza.
   Yo-yo y Chin Tien, tenían una hija encargada de vender lo que producíamos en lugares ignotos. Cuando regresaba traía dos conteiners, uno con víveres para un mes y otro con elementos de orfebrería, alambres de oro y plata, piedras preciosas, perlas salvajes,  rarezas de coral y marfil. También moldes del Siglo XIV. Todos hacíamos trabajos a la cera perdida. La hija de mis amigos-socios, tenía el color de la luna, ojos alargados con brillos de noctilucas y hablaba cinco idiomas.
   Una noche de frío cerrado, golpearon a mi puerta y era Toko, la hija de Chin Tien. —Me dijeron mis padres que durmiera con vos.
   —Pero tengo una sola cama, Toko.
   Ella me miró con gusto. —Tanto mejor, dormimos juntos y el calor se multiplica, mis padres hacen así.
   Toko partía al día siguiente y me invitó a recorrer zonas que no figuran en el mapa. Éramos íntimos amigos, tiempo después fuimos más íntimos que amigos.
   Para un argentino, una china es un premio.
   Para una china, un argentino, no sé qué decir. Tsai Tsien.  
                                                         

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