sábado, 26 de febrero de 2022

ORÁCULOS TERRENOS

 

   —Y me dijeron que sí, tenía tiempo de despedirme de mis personas más queridas, pero separadas.

   Me daban inyecciones de morfina para poder soportar el dolor del cáncer. Me dieron siete días, diez como mucho, lamentablemente no pudieron hacer nada. La primera despedida fue a mi Madre, nos dimos un abrazo encerrado, pero nadie lloró.

   Mi hermano fue la otra visita, ni bien me vio dijo:

   —No, por favor, no te mueras, sos mi único socio y si vos te morís, el que va a ir en cana voy a ser yo.

   Después vino Coco:

   —Añares, pichón ¿cómo podés andar así?

   Al siguiente día le tocó a mi Padre:

   —No sabés cómo lo siento, tan joven.

   Me daba por muerto el desgraciado, ¿será mi Padre, después de todo?

   Por la mañana temprano llegó Vito, se sentó en la cama sin decir una palabra. Siguió sin decir palabra alguna y se fue sin decir nada.

   Ruque, mi sobrina preferida:

   —Gracias, Tío, qué suerte que te vas. Alcanzá a llegar a tu testamento y me ponés como única heredera de todas tus propiedades. Chuik.

   El séptimo día me otorgaron el beneficio de morirme. No iba a sentir ningún dolor, triple inyección de morfina y tocaría el cielo con mis manos, mis brazos, mi panza, o sea todo yo. No está tan mal.

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